Cap XXII. No son los ojos, sino la mirada.

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Parezco tonta. Una niñata subida a un árbol. Sola. Como siempre. Me seco las lágrimas con el mangote de mi camisa. Entonces alguien me agarra por la cintura y me echa hacia atrás por el peso. Pego un respingo del susto.

+ Estaría mejor si me ayudas. - Ismael. Sonrío. Aunque no me ve. Me moriría de vergüenza si lo hiciese.

- Estaría mejor si no me intentases tirar. - Le digo con voz vacilante. Menos mal que está oscuro y no nota mis ojos llorosos. Le sujeto del brazo. Me siento tan bien... Al final consigue subir y se apoya en el tronco.

Nos quedamos los dos mirando las estrellas.

- Son muy bonitas. - Rompo el silencio.

+ Estoy de acuerdo. - Las mira con nostalgia. No puedo evitar observarle. Su pelo ondulado, su nariz respingona, sus pecas, sus ojos marrones, su boca... Me muerdo el labio. Es que me encanta.

- Hace frío. - me cruzo de brazos para conservar mi calor corporal.

+ Sí.

Nuestras miradas se cruzan. Mis latidos se aceleran. Nos quedamos quietos. Por un momento siento como una conexión. No quiero ilusionarme, pero sé que en sus ojos hay algo. Sonríe. Sus dientes son blancos. Se acerca a mí poco a poco. El silencio sólo me deja oír el sonido de mi corazón, que bombea la sangre cada vez mas rápido. Me rodea con sus brazos. Una de sus manos acerca mi cabeza a su pecho, la otra, me sostiene de la cintura. Es más alto que yo. No me había fijado. Cierro los ojos. Huele tan bien...

+ ¿Mejor? - Siento su aliento en mi pelo. Asiento con la cabeza. No me salen las palabras. No quiero que esto termine, aunque estoy muy confundida. ¿A qué se debe este comportamiento? ¿Ayer se metía conmigo y hoy esto? Desconfío. Aún así, sigo abrazada a él. Apoya su cabeza en la mía. Nos quedamos así, abrazados, subidos a un árbol, en la oscuridad de la noche...


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