Cap XXXIII. Sería siniestro que alguien me dijese hola en una casa vacía.

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23:40

Subo las escaleras corriendo. No sé qué esperar. Un miedo me recorre el cuerpo. Me paro frente a la puerta. Desbloqueo mi móvil. Qué raro... No tengo llamadas, ni nada. Introduzco la llave en la cerradura y doy una vuelta. A mi sorpresa está la llave echada. Empujo y se abre. Está todo oscuro.

- ¿Hoolaaa? - digo en voz alta.

No hay respuesta. Sería siniestro si la hubiese. Voy habitación por habitación encendiendo las luces y comprobando que no hay nadie. Vacia. Completamente. ¿Y mamá? Cojo el teléfono y marco su número. Estoy nerviosa, aunque sé que no le ha pasado nada, tengo miedo. Debería estar ya aquí. Suenan los pitidos. Nada. Recuerdo que en el trabajo no la permiten usar el teléfono. Busco entre los cajones y encuentro la hoja donde tenía apuntado " Mamá trabajo ". Esta vez una voz me responde. Qué alivio.

+ Olga Sanz, ¿digame?

- Mamá... Aún no has llegado...

+ ¿Emma? - Se escuchan unas voces por el fondo.

- Sí.

+ Pensé que estarías acostada.

- No. ¿Cuando vas a llegar?

+ ¿Aún no te acostaste? Mañana tienes clase. Corre a la cama.

- ¿Pero cuando vas a volver?

+ Tengo mucho trabajo. En una hora a lo mejor he acabado. De todos modos mañana libro. Ponte el despertador, quiero dormir bien esta noche.

- Ajá. Vale... Pues hasta mañana. Te quiero. - Le mando un beso.

+ Y yo mi cielo. Descansa... - Me devuelve el beso y cuelga.

Bien, me he librado de una regañina muy muy grande. Me pregunto que habrá sido de Isma... Pienso en mandarle un mensaje, pero estoy demasiado cansada. No sé que pensar ahora mismo. ¿Qué somos? ¿Amigos... Con derechos? ¿Novios... Sin aclarar? Prefiero dejarlo en relación indefinida pero perfecta. Me pongo el pijama y me meto en la cama. No he cenado, tampoco lo necesito. Apago la luz y cierro los ojos. Cuánto ha cambiado todo en dos días. Mañana vuelve la rutina. La maldita rutina.

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