Ladeé la cabeza y miré el regalo para luego volver a fijarme en el suelo.
Me agaché y recogí la flor. La dejé reposar sobre mi mano. Los pétalos aún se soportaban entre ellos, eran de un color rojo vivo brillante.
— ¡Espere, guardia! —gritó la recepcionista.
¿Guarda? ¿No se referirá a...?
— ¿Qué pasa? —se quejó Josh girándose.
... Agh.
— ¿Puede ayudar a esta joven?
No. ¡No!
¿Acaso es necesario? Si estoy bien, puedo sola. No pasa nada, si llego hasta Australia sacaré algunas fotos para el recuerdo.El hombre se giró con cara de pocos amigos. Me miró a mí y desanduvo lo que ya había andado.
— ¿A ella? —dijo señalándome con desprecio.
—Sí. No sabe cómo funciona el sistema. —explicó. —Llévela a identificar, si es usted tan amable.
Me quedé sin aire y tuve miedo de respirar en esos momentos. Creo que no me sentía tan desprotegida y terriblemente asustada a la vez desde nunca.
Él suspiró. Yo suspiré, pero flojito. Al mínimo ruido que hacía Josh parecía alterarse.
Pero al final gruñó y asintió. —Está bien. Vamos. —hizo el gesto de que le siguiera con el brazo y se marchó en dirección contraria a antes.
Me apresuré a seguir su paso, aunque su afilada mirada estaba puesta en mi cada segundo. Vigilaba que no me escapara o que no intentara huir.
—Quieta ahí. —me indicó. Frené de golpe.
Descansé durante un segundo de la larga caminata, después de dar tantas vueltas ya apenas sabía en qué piso estaba y hacia dónde quedaba nada.
—Pasa. —volvió a indicarme. Solo puede limitarme a obedecer.
Entré a una sala muy fría y que daba muy mala espina. Los colores no variaban, no eran como los del despacho de Richard. Distante y apático, te daba la sensación de tener aún más frío.
—Enga, que te vaya bien. —y entonces se fue.
Yo me quedé perpleja. Lo de ese hombre ya era falta de respeto.
— ¡Pero...! —se quejó el guardia de dentro, sorprendido. —No hay quien controle a este hombre…
Poco después de que se fuera me di cuenta de que el señor era otro guardia. Vestía con la misma camisa negra que llevaban Josh y Antoine.
Me sonrió débilmente, al parecer no era la única que pensaba que ese chico era un apático.
Segundos después cerré la puerta y me senté en una silla de madera al otro lado de una pequeña mesa.
—En fin, dejemos de lado a Josh. —dijo. —Buenos días. ¿Eres nueva no es así?
Asentí.
—Pues no te preocupes por eso. El reglamento es sencillo. Pero puedo darte... —dijo mirando hacia atrás. —Esto, para que lo memorices y te lo repases.
Sacó una carpeta de la estantería un papel escrito. Al dármelo pude ver que eran todas y cada una de las normas del centro. Fantástico, oye.
Prohibido hablar, esa era la primera norma.
¿Va en serio?
— ¿Prohibido hablar? —pregunté en voz baja.
—Sí, bueno. —afirmó. —Esta norma suele aplicarse a pacientes con un trastorno... más grave. ¿Entiendes? Aquellos que hablan para decir despropósitos.
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Paradise [No corregido]
Science Fiction{No está corregido} Sólo un pensamiento azota mi mente: estoy en peligro. No sé cómo me llamo, ni por qué desperté encerrada en este lugar. Todos se preocupan por mí, pero algo en mi interior me dice que no debo confiar en nadie. Aunque el extraño r...