Capítulo 32: Tenemos que irnos

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Creo que de nada va a servir huir.

Al fin y al cabo yo nunca he huido. El miedo no es algo que me domine demasiado, en realidad soy bastante más fuerte de lo que una chica pequeña como yo podría imaginarse ser.

Tengo sangre fría. Soy bastante especial dentro de lo común y corriente.

Y quien diga que no... responde a esto. ¿Conoces a muchas personas que hayan perdido totalmente la memoria y que vivan en un psiquiátrico rodeada de locos?

¿Verdad que no?

Pues por eso digo que soy bastante especial. Y como buena chica que creo ser, no voy a huir y dejar escapar la que podría ser la mejor aventura de mi vida. Al fin y al cabo, yo en ningún momento me he sentido extremadamente mal por lo que me estaba pasando.

En realidad, creo que podría haberme suicidado en más de una ocasión. O incluso haberme ido de ese sitio. Pero siempre hay alguien que te hace pensar las cosas dos veces. Y eso es bonito.

Es bonito que algo haya impedido que me fuera de esta vida ya para siempre.

—Skyler, —me llama el pequeño. —creo que deberíamos movernos.

Ladeo la cabeza hasta ver la mirada cómplice del hombre, y luego miro al niño quien ya estaba impaciente por esperar mi respuesta.

—Vayámonos . —asiento. Y con eso le di la salida. El chico salió casi corriendo y nos vimos obligados a seguirle a la misma velocidad para no perderle.

Siendo sinceros, no tenía ni idea de a dónde nos llevaba. Él era el único que sabía de todos los caminos y pasillos de ese gran conjunto de edificios laberínticos.

Entramos dentro y una descarga eléctrica emocionante me hizo sonreír, creo que fue en ese momento cuando me di cuenta de que estábamos haciendo algo muy bueno.

Eso de ayudar a las personas me estaba gustando. Creo que si no pasaba nada malo, esa le sería una experiencia bastante agradable de recordar.

A no ser que perdiera la memoria otra vez.

Cosa que sería jodida de volver a repetir.

Pero en fin.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —me pregunta el hombre, mientras nos escondíamos los tres en línea en una esquina. Gabriel miraba hacia el horizonte y vigilaba que los guardias que había. Esperaba a que se dieran la vuelta y se fueran para nosotros seguir.

—Demasiado poco tiempo, pero lo suficiente como para saber que en este lugar pasan cosas muy malas. —digo, con mi gran prosa enigmática. En realidad no llevaba casi nada de tiempo viviendo allí, y para mi salud era mejor que no pasara mucho tiempo.

—¿Llegaste a ver lo que hacen los médicos? —me pregunta, con la mirada muy apagada. Él sabía la respuesta por cómo me hizo esa pregunta. Yo no sabía qué le habían hecho a ese hombre, pero podía hacerme a la idea.

—Creo que sí. —le confirmo, recordando los horrores que vi en la zona roja.

—¿Viste lo que hacen esas pastillas a los cuerpos de las personas? —dice, cada vez más triste. Eso tuve que negárselo, no vi exactamente un cuerpo destrozado por culpa de las pastillas, solo las fotos de esa carpeta tan extraña que trajo Kepler.

—¿Tú... los viste? —intenté preguntar poco convencida de saber si había hecho bien en decir eso.

—Cuando desperté estaba en una especie de morgue. Yo había renacido al lado de un montón de pacientes muertos.

Mi mirada se volvió hostil. Si en el momento ese yo hubiera ido a ver esas morgues quizás me habría encontrado con un sitio de esos, no sé si habría podido soportar ver gente muerta a mi lado. Aunque sin saber por qué no me producía ningún tipo de miedo o repulsión.

Paradise [No corregido]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora