Una vez llegué a mi habitación, no tardé en encerrarme dentro. Solamente salí una vez para ir a comer a la hora que se me adjudicaba en el horario.
La pesadilla de encontrarme con las mil miradas se multiplicaba. No pude estar tranquila con personas atentas a mi en todo momento.
Era como un fuerte virus contagioso.
Cada vez más extenso. Y cada vez más peligroso.
Seguramente pronto no podría ni estar bien aislada. En silencio. Por hora ya me era suficientemente complicado esquivar la voz que me invadía los pensamientos.
Demasiado.
Su origen era tan desconocido como cualquier otro.
Quién era, qué quería, y por qué me conocía.
Y apenas sabía si creerme que de verdad alguien me hablaba. ¿Y si solo eran imaginaciones mías?
Quizás debería comentárselo a alguien...
O no.
Ya no se qué hacer al respecto.
Llevaba varias horas echada en la cama, y como mucho me movía de la cama a la silla que había puesto enfrente de la ventana.
Lo de fuera era curioso, soplaba un fuerte viento que batía las ramas de los árboles. Como si algo estuviera enfadado.
Se oía un leve rumor, un silbido profundo y largo. El aire levantaba el polvo del suelo, y una espesa aura invadía el bosque.
Aparté la mirada, miré dentro. Volví a mirar fuera. Volví a apartarla, volví a mirar dentro.
Necesitaba hacer algo más aparte nada.
Iba a volverme loca.
El silencio dentro de la habitación ya había dejado de ser agradable. Me obligaba a pensar algo para intentar dejar de lado la voz de ella.
La voz de ella.
Ella.
El libro.
Era verdad. Mi libro.
Aparté la mirada otra vez de la ventana, pero lo hice para ladear la cabeza hasta poder ver mi escritorio. Hasta poder verlo.
Me levanté de golpe. ¿Y por qué ese libro en especial, ahora que lo pienso? ¿Por qué me gustaba, según dijo ella?
Caminé vacilante hasta ponerme delante. Aparté los que me había dejando Antoine y deslicé el mío. Y continuó pareciendome un regalo un poco inútil en esas circunstancias.
Lo abrí por el medio y retiré el sobre con la carta. Comprobando que no hubiera más.
Y fui pasando las hojas sin esperar nada del otro mundo, pero al parecer era más especial de lo que nunca me hubiera imaginado.
Cada detalle de cada dibujo, cada letra de cada palabra, estaban escritos a mano.
Ese libro no estaba impreso. No había fotografías. Solamente tinta negra tatuada en las páginas cosidas con un arte especial.
Único.
Y por muchos años que tuviera, no había perdido su color brillante.
No obstante, al continuar hojeando, aparecí de repente en una página muy diferente al resto, una escrita diferente, dibujada con otro trazo. Dónde, a diferencia de las demás, había una rosa negra prensada y al lado una rosa roja pintada con colores mate.
Una rosa llamada...
—Skyler. —leí en un susurro.
Bajo la frase que decía:
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Paradise [No corregido]
Fiksi Ilmiah{No está corregido} Sólo un pensamiento azota mi mente: estoy en peligro. No sé cómo me llamo, ni por qué desperté encerrada en este lugar. Todos se preocupan por mí, pero algo en mi interior me dice que no debo confiar en nadie. Aunque el extraño r...