Capítulo 43: El principio del fin

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—¿Y qué te ocurrió en la mano? —me preguntó preocupada acercándose para verla mejor.

En esos momentos era ya de noche. Decidimos escaparnos de esa escena cuando tuvimos oportunidad. Ella me dijo que estábamos llamando demasiado la atención, y consiguió convencer a Richard de que me dejara ir, porque era mejor alejarme.

Quedarse era peligroso.

—Es una larga historia. —dije mirando las vendas. Prácticamente había olvidado que tenía esa herida.

—Con un resumen me conformo. —continuó, haciéndome sonreír.

Estaba muy cerca de mí y me agarró la mano con cuidado. Me alegré al poder sentir el tacto de sus dedos a través de las telas, por lo menos supe que no había perdido la sensibilidad.

Con una mirada me pidió poder deshacerlo, y asintiendo le di permiso.

—Está curándose bien. —dijo. Parecía entender de heridas, porque yo solo vi la cicatriz y el dolor que me provocó notar el frío en esa zona.

—Pero duele igual. —murmuré retirando la mano. Me la quedé mirando y una lluvia de recuerdos desagradables me azotó la mente.

Normalmente era en sueños cuando las balas se acercaban otra vez a mí, casi como si no les importara atravesarme. Parecía imposible escapar de esa pesadilla; estaba oscuro y se podía presenciar la muerte. Aunque en el último momento siempre aparecía Andrea, poniéndose delante para protegerme.

Sólo me atravesó una bala, y le dio a mi mano izquierda; pero la bala que de verdad me hizo daño fue la que acabó con la vida de ella.

—¿Estás bien? —me preguntó al verme tan ausente. Siempre había sido su voz la que me hacía volver a la realidad, y en esos momentos no era solo su voz la que me hacía reaccionar.

—Estoy bien… —respondí al sentir sus ojos atentos puestos en mí. Volví a vendar la herida como estaba antes con cuidado. —Duele más el recuerdo que la propia cicatriz.

—Fue lo que pasó con esa chica, la anterior ayudante, ¿verdad?

Agaché la cabeza y asentí. —Lo de Andrea, sí. —musité.

Y sin querer reflejé el dolor. No supe cómo, y no entendí por qué ocurrió, pero sin querer me cayó una lágrima que fue secada por una caricia suya.

No me di cuenta hasta ese momento que había pasado frío toda la vida, porque su tacto cálido me hizo sentir el calor que tantas veces necesité.

—Andrea no era mala persona. —dije con dolor. Todos la habían odiado luego de su muerte, y ya nadie me creía cuando les decía que no pretendía matarme. —En realidad nunca me habría hecho daño.

Hablar de eso me provocaba nostalgia y un frío pensamiento que me recordaba el futuro que me esperaba.

Me dejé llevar por lo que más quería en esos momentos, y volví a caer en sus brazos en busca de calma. Me ayudó a mantenerme serena. Cameron era muy diferente a mí, por eso era mucho mejor. Cuando mi cuerpo la tocaba me sentía bien, como si hubiera recuperado algo que había echado de menos durante mucho tiempo. Era una sensación agradable, reconfortante. Era difícil de explicar, pero más real que las propias palabras.

Lo que más me dolía admitir era que no tenía recuerdos de nosotras juntas. De todo lo que había olvidado esa era una de las pérdidas más graves.

—No pienses en eso, Sky. —me aconsejó intentando tranquilizarme. Cerré los ojos cuando sentí que me abrazaba con más fuerza. —No tienes que explicármelo, te creo.

Paradise [No corregido]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora