8: única

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Abrió los ojos y respiro con desespero al escuchar otra vez a Alaba hablar ahora de un nuevo tema. Parecía que cuando Thomas se iba, el moreno toma su lugar.

—¿Banana qué opinas?

—Opino que te calles, hablas mucho.

Sebastian Rode, quien iba manejando carcajeo un poco y miro a la mujer por el retrovisor haciendo que ella sonriera y mirara por la ventana.

—Déjame aquí —interrumpió de un momento a otro David a Sebastian quien estaba contando sobre su anterior club.

—¿¡Aquí!? —pronunciaron ambos viendo como el moreno miraba con ansias la tienda. Rode aparcó en el andén y el austriaco bajo.

—Nos vemos —cerró la puerta y sin mirar atrás entró.

Alana tragó saliva y miraba con nervios sus dedos; lamió sus labios para hablar, levantó la mirada y se encontró con los ojos azules del rubio quienes la miraban de manera curiosa por el retrovisor esperando que la luz volviera a verde.

—Te llevaré a tu casa si me dices la dirección —sonrío de lado—, o si quieres que te lleve.

Alana bufo nerviosa y agacho la mirada.—Es un poco lejos, si quieres me dejas aquí y tomate un taxi.

—Nada de taxis, para eso me tienes ahora a mí. ¿Te gusta la música? —la castaña acepto con la cabeza—, coloca lo que quieras —le entregó su teléfono y busco cualquier canción. Al encontrar su favorita sonrío y la dejo sonar—.¿Te gusta la banda?

—Es una de mis favoritas —sonrío y ambos empezaron a murmurar el principio de la canción.

—Tenemos muchas cosas en común Alana —murmuró mirándola a los ojos.

El recorrido fue un poco largo y sin ningún silencio incomodo o algo por el estilo, fue todo lo contrario, parecía que ambos se conocieran desde hace mucho tiempo, hablaban sin parar y reían hasta que les dolía las costillas. Era un ambiente cómodo para ambos y para Sebastian que sintió como si eso fuese la mejor bienvenida de todas.

—Voltea por esta —dijo carcajeando la mujer mientras sostenía su barriga.

—Solo te digo que es la verdad no existe lógica —contesto dando vuelta también con una sonrisa en su rostro y lágrimas de risa—. ¿Dónde están los dos automóviles?

—Sí, aparca detrás del de mi madre o adelante del de Manuel —sonrió y cuando el nuevo apago el carro cayó en cuenta de lo que había dicho—. ¡Scheisse!

—¿Algún problema?

—Mi madre y Manuel en mi casa es muy gran problema —tomo aire y agarro el bolso.

Sebastian la miro y ladeo los labios. Quería invitarla a otro lugar para que no entrara a la casa donde estaba Manuel, pero él sabía que eso iba a traer problemas con el portero de su nuevo equipo, no quería empezar con el pie izquierdo en el ámbito laboral y pues también de futuras amistades que tal vez se iban a dar. Le daba miedo empezar con una mala impresión y sobre todo con la de salir con novia de Neuer, como lo pensaba él.

—Nos vemos mañana supongo —pronuncio cuando la vio desabrochar el cinturón.

—Tengo lo echo —guiño su ojo y se levantó para darle un beso en la mejilla a él—, nos vemos.

Bajo del automóvil y tomo aire antes de empezar a caminar hacia donde esperaba ver la misma imagen que encuentra cuando las dos personas se encontraban en su hogar. Busco las llaves en su bolso y miro hacia atrás al escuchar el claxon de un automóvil, sonrió y se despidió de la mano cuando vio al ojiazul irse. Abrió despacio la puerta para asomar primero la cabeza, suspiro al no ver a nadie en la sala, entonces entro, cerró la puerta y sonrió falsamente al escuchar las voces de los personajes.

—Espero que tengas hambre.

—Mamá —pronuncio con falsa sorpresa.

—Y bástate por que está quedando espectacular la comida.

—Manuel —dijo con el mismo tono—. Pero que sorpresa ustedes aquí —camino hacia la cocina.

—Era tiempo de ver a tu madre —la señora se acercó y beso la mejilla de su hija.

—Y es tiempo de que hablemos —murmuro el guardameta mientras batía algo.

Alana suspiro ladeando los labios, miro a Neuer y con la cabeza le indico que la siguiera. Camino despacio sintiendo los pasos del grandulón detrás de ella, abrió la puerta de su habitación y cuando la cerro se escuchó el radio de su madre empezar a sonar.

Se dio la vuelta y de sorpresa sintió los brazos de Manuel abrazar su cuerpo, la reacción fue tardía lo que hizo que él la apretara con más fuerza como si las palabras que quería pronunciar se fueran atreves de su cuerpo para llegarle al suyo. Una vez los brazos de Alana rodearán su cuello, él la levanto del suelo para que ella con sus piernas rodeara su tronco y con más facilidad caminara por la pequeña habitación hasta dejarla encima de su escritorio.

Ambos separaron sus rostros de su escondite y se quedaron mirando por largo tiempo.

—Manu —susurro Alana para luego apoyar su frente junto a la de él haciendo que inmediatamente cerrara los ojos—. Te quiero tanto —poso la mano en su mejilla—, en verdad lo hago —se separó y él abrió los ojos para mirarla—. Pero es que a veces te pasas de idiota.

El hombre solo carcajeo un poco y se escondió en el cuello de la mujer haciendo que esta también sonriera y besara su sien.

—Soy malo para todo esto —por fin dijo mirándola a los ojos.

—Eso estoy notando —sonrió acariciando su rostro.

—Volvamos a la cocina que tu madre sospechara algo —le ayudo a bajar.

—Por cierto, porque estaban cocinando —pregunto tomando de gancho su brazo.

—La encontré en el supermercado, me invito cuando yo ya iba listo para tu casa —le sonrió y beso su frente.

Y sin pronunciar la palabra del perdón, se arreglaron, como siempre; con abrazos, besos insultos cariños. Era una de las relaciones más extrañas que se podía ver, pero era única

HEART LIKE STONE / manuel neuerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora