16: no los comprendo

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"Sé que estás allí."

"Alana, por favor contesta."

"Te lo puedo explicar."

Había apagado el teléfono desde que Manuel se había presenciado en su puerta, no quería ver sus llamadas o mensajes. Al prenderlo leyó los mensajes y soltó un suspiro para luego dejar el teléfono a un lado y siguió leyendo el libro de fisiología. Anotó algunas cosas importantes en su libro de apuntes y puso eso en práctica con Rode quien la acompañaba.

—Deja de reírte Sebastian —dijo seriamente pero luego empezó a reír junto a él.

—No puedo, las funciones de mi cuerpo no me dejan Alana —contesto con ironía y empezó a dar vueltas en el suelo de la casa de Alana.

Alana también se tiro al suelo para seguir riendo y olvidar un momento los mensajes que había dejado con Manuel.

—¿A qué hora tenemos que llegar? —pregunto mirándolo a los ojos después de un tiempo de estar en silencio en la misma posición.

—No lo sé, prefiero estar aquí contigo —le abrazó por la cintura haciendo que ella se posará más cerca de él mientras escondía su rostro en su cuello.

El silencio volvió y se quedaron por un tiempo así, disfrutando de su compañía, cercanía y cariño. Pareciese que ambos se hacían tan bien, que se hubiesen cruzado los caminos para que ambos se apoyarán en sus peores momentos que llegarían.

—Es hora —susurro en el oído del rubio al escuchar la alarma de su teléfono sonar.

Se levantó con pereza y ayudó a Sebastian a levantarse, ambos acomodaron los libros y dejaron lavando los platos del desayuno que habían consumido juntos.

Beso su coronilla antes de abrirle la puerta de pasajero y sonrío con alegría, tal vez la alegría del hombre estaba en el tiempo que estaba pasando con Alana o que hoy iba a participar de 11 inicial.

—¿Tienes la hielera? —pregunto Alana revisando que todo el equipo médico estuviera listo.

—Esos equipos lo traen las otras persona —le informaron y le dejaron sola.

Alana empezó a contar cosa por cosa asegurándose que todo estuviese en su posición para no correr de un lado al otro cuando ocurriera una emergencia, suspiro al terminar y relajo los hombros.

—Alana.

Su cuerpo se volvió a tensar por aquella voz. —Estoy trabajando —desacomodo algunas cosas para empezar a arreglarlas de nuevo.

—Podemos hablar —pregunto con la voz gruesa.

—En otra ocasión Manuel, estoy ocupada.

El guardameta no resistió más su indiferencia y la tomo de las manos para arrinconarla en una pared.

—Si planeas utilizar la violencia en mi Manuel, te voy diciendo que te bajes de las nubes —regaño mirándolo a los ojos. Él suavizó el agarre hasta que liberó sus manos.

—Solo quiero que me escuches y que dejes los pensamientos malos contra a mí por cómo llegué a tu casa —la mujer suspiro y cruzó sus brazos esperando la explicación—. Cuando dijeron que era una fiesta familiar te iba a llevar por qué quería que mi familia te conociera, que conociera a la persona la cual quiero con todo mi corazón y mostrarte ante los demás para que sintieran envidia por tu belleza —lamió sus labios—, cuando iba a recogerte me di cuenta que la invitación era solo la familia, los hombres de la familia solamente, por qué iba a ser la despedida de soltero de un primo.

—Por qué no llamaste —interrumpió.

—Lo iba a ser pero tenía mi teléfono muerto de batería y al llegar a casa no tuve escapatoria, nos recibieron con muchas mujeres por eso eran las manchas rojas, también había alcohol y otras cosas más pero lo único que pensaba era salir corriendo de ese lugar he ir a tu casa, para por lo menos abrazarte y pasar tiempo juntos —suspiro—. La culpa me carcome enserio, quiero que me disculpes.

Alana lo detalló con sutiliza, mirando si la mentira estaba posada en sus ojos pero él solo mantenía la cabeza gacha apenado por todo. Al final la mujer dejó salir el aire de sus pulmones y creyó en el hombre que amaba.

Abrazo su gran cuerpo y él la recibió rápidamente pegándola más a él queriendo que siempre pertenecieran de esa manera.

—Tienes que dejar de decepcionar tanto Manuel —le susurró antes de dar un beso en su mejilla y seguir abrazándolo.

Desde lejos observaban dos personas atentas a la reconciliación.

—A veces no los comprendo —dijo Daniela apretando fuertemente la hielera.

—Yo tampoco —le respondió Rode quien miraba con el ceño fruncido.


HEART LIKE STONE / manuel neuerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora