Capítulo 3

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[ Editado ]

Soy la primera en subirme al coche, después se sube él y, a consecuencia, su maravilloso y he de aceptar que también excitante perfume, golpea mi cara y se filtra por mis fosas nasales al sentarse de golpe en su asiento

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Soy la primera en subirme al coche, después se sube él y, a consecuencia, su maravilloso y he de aceptar que también excitante perfume, golpea mi cara y se filtra por mis fosas nasales al sentarse de golpe en su asiento. Inhalo todo lo discretamente posible, porque lo que menos quiero ahora mismo, después de haber visto con mis propios ojos —una vez más— cómo deja que otras chicas lo toquen, le bailen el agua y encima él acepte sus cumplidos sin plantearse en ningún momento el pararles los pies, es que se dé cuenta de lo mucho que me gusta cómo huele. Amar el aroma de una persona, ya sea el natural o el de su perfume o, como en este caso, aftershave, lo considero algo muy íntimo e importante, así que lo último que ahora mismo quiero es que Brad sepa lo que el suyo causa en mí y en mis hormonas. No se lo merece.

Tras mirarse en el retrovisor central para acomodarse el pelo a su gusto, arranca sin decir una palabra. La verdad es que yo tampoco abro la boca hasta el momento en que compruebo que lejos de ser imaginaciones, me está mirando las piernas más descaradamente que nunca. Me las ha mirado y tocado antes, en más de una ocasión, pero sé que siempre lo ha hecho controlándose, tanto a sí mismo como a mí, todo hay que decirlo, así que no es para nada de extrañar que la forma en que esta noche sus ojos no pueden abandonar cada centímetro de piel que el vestido no me llega a cubrir, me provoque cierta inquietud... entre otras cosas.

—Deberías centrarte en la carretera —le sugiero.

—¿Crees que puedo pensar en la carretera, teniéndote así a mi lado?

—Pues deberías —le respondo cruzada de brazos, aunque sonriendo un poco. No puedo esconder tanto como me gustaría, el efecto que sus palabras tienen en mí. Más que nunca, también.

Creo que el hecho de saber que estamos y vamos a estar solos, pero solos de verdad y durante tiempo suficiente, hace que el más mínimo gesto y la más mínima palabra que de ahora en adelante crucemos vaya a tener una intensidad y significado mayores de lo que nunca anteriormente.

—¿Es que no puedo mirarte? —Me pregunta al mismo tiempo que va reduciendo la velocidad. Trato de mantenerme fría, no dejarme llevar por el tono de su voz que, encima le sale de forma natural, y miro al frente, a las miles de luces de todos los colores que se ven cada vez más cerca, pertenecientes a las decenas y decenas de los altos edificios que tanto caracterizan a Atlanta.

—Contéstame —me insiste.

—No, no si dentro de diez minutos vas a tener mil manos de chicas que no soy yo toqueteándote.

Me pongo enferma con solo imaginar la misma escena de siempre: nosotros dos llegando juntos a un sitio equis, pero pronto siendo separados por chicas y mis dos mejores amigos, Ian y Lauren; más tarde, las mismas chicas de antes sobando a Brad cada vez que pueden mientras yo desde la distancia sufro en silencio, sabiendo que no hay nada que pueda hacer, sabiendo que no tengo ningún derecho a meterme en medio, sabiendo que no puedo mostrar lo mal que me siento, porque entonces ambos seríamos juzgados por todo el mundo y tachados con el mismo adjetivo: Enfermos.

No Me Olvides [1] +18 ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora