Capítulo I

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Qué desagradable soy. Por Dios, ¿cómo pude hacer eso?

—Lo siento muchísimo. Perdóname, por favor—De manera improvisada, con la manga de mi suéter comienzo a limpiar las gotas de agua que están sobre su rostro. Él sólo se empezó a reír y me confundió más, era seguro que se estaba burlando de mí.

Yo no pedí esto, yo sólo quería ser su amiga... o su esposa, cualquiera de las dos.

—Es sólo agua, no pasa nada —Me dice mientras toma mi mano.

—Ojalá, pero ahí va mi saliva también.

Debería dejar de hablar. Qué mala soy para este tipo de problemas, nunca me ha pasado antes pero por lo visto soy terrible.

—Ya, olvídalo. Ahora ¿en qué estábamos?

Él quiere una respuesta, yo no quiero dársela. ¿Qué se supone que debería responderle? Oh sí, es que luces tan bien cuando tus músculos se notan.

No, claro que no.

—En que te agradecía por pasarme la tarea de matemáticas, gracias de nuevo. Ahora, me voy. Adiós. ¡Rosa!

—No nono, eso no era —Me toca el hombro mientras se levanta. Imponente y lindo, así luce —¿En serio creías eso?

Sí. Pensé.

—Bueno...no así. Digo, estabas sudando y si sudas es porqué tienes calor ¿no? Y pues cuando tienes calor estás caliente. Sí, eso.

Aquí quedé. Cerré los ojos golpeándome repetidas vecesen mi mente.

—Bueno sí, eso creo. ¿Entonces no lo decías en doble sentido?

—Nah, ¡cómo crees! —dije levantando mi mano y golpeando suavemente su hombro.

—Está bien —Me mira no muy convencido pero deja el tema de lado.

Tema terminado.

(...)

—Deberías invitarlo a tu fiesta —Me sugiere Rosa durante el segundo receso.

—No. No creo que mis fiestas sean de su tipo. Además sólo vas a estar tú y después van a llegar algunos primos y mi familia.

—No suena mal, podría cambiar un poco su rutina. Y si lo prefieres podría irme antes para que pases la tarde con él, digo, en lo que llega tu familia.

La mente hermosa de mi amiga.

—No suena tan mal.

—Y hasta podrías decirle que te lleve por algo de comer y tomar fuera, lo traes de regreso y comen pastellos dos muy felices.

—Tal vez tiene algo mejor que hacer.

—No, sus entrenamientos son tres días a la semana y en tu cumpleaños está libre —¿Cómo sabe ella eso?

—Pero...

—¿Lo invitas tú o lo invito yo?—Me desafía. En estos momentos es cuando le temo más.

—No te atreverías.

—Obsérvame.

Se puso de pie y se dirigió al grupito de amigos con el que él estaba. Tardé mucho en reaccionar, la perseguí lo más rápido que pude pero no logré alcanzarla. Veía como el asentía a todo lo que ella le decía. Sus amigos sólo se reían y lo empujaban juguetonamente. Qué pena.

Rosa se dio la vuelta y caminó hacia mí.

—Listo. Aceptó con un enorme gusto, hasta a mí me sorprendió.

—Te odio —La golpeo en el hombro.

Palabras que se las lleva el viento.

Te adoro.

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¿?: ¿De qué país leen esto?

Deseo... deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora