Capítulo III

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—¿Te sientes mal? —me pregunta mi mamá.

No me siento mal pero tampoco me siento normal. Me duele la cabeza, me siento mareada pero no quiero vomitar.

—Sí, voy a ir al baño. No me sigas —Lo único que necesito ahora es calmarme y con lo paranoica que es mi madre, no lograré eso.

Avanzo hasta los videojuegos, veo un montón de luces de colores que me marean aún más y por un momento pienso que caeré al suelo, sin más. Tomo respiraciones profundas y cuando por fin logro calmarme, veo los baños a unos pocos metros de mí.

Entro en ellos y me encierro en uno. Bajo la tapa y me quedo sentada un momento, tratando de comprender un poco qué fue lo que me puso tan mal.

Inhala y exhala, inhala y exhala.

Pasan unos veinte minutos para cuando me vuelvo a tranquilizar, aunque no del todo porque me sigue doliendo la cabeza.

Escucho como entra Rosa en los baños e inmediatamente sé que mi mamá la mandó.

—¡Zaraaaa! —medio gritó y medio susurró.

—¿Qué? —alcé la mano por encima de mi cabeza para que pudiera saber dónde estaba.

—¿Estas bien?

—Mi madre te mando ¿no?

—No. Todos me preguntaron que qué era lo que te pasaba, no supe qué contestar así que les dije que estabas en tus días.

—¡Rosa!—Grité avergonzada.

—Nada, nada. ¿Qué haces aquí? Deberías estar allá afuera, protegiendo lo que es tuyo —Me golpeé mentalmente, a veces no la comprendía en lo absoluto.

—¿A qué te refieres? —dije levantándome y abriendo la puerta del baño.

En cuanto salí, una señora entró y el baño apestó a perfume barato. Ella se lavó las manos, acomodó su cabello y se empezó a delinear los ojos con un lápiz. Rosa no hablaba, supongo que no quería que nadie más la escuchara. Cuando por fin salió, Rosa se puso enfrente del gran espejo y me miró a través de él.

—Ahora sí ¿a qué te referías?

—Tu prima, Karla...

—Kimberli —la corregí. Esto no pintaba para nada bueno.

—Realmente no me importa. Bueno, ella no se ha despegado de Rodrigo desde que te fuiste.

—¿Y eso me importa cómo por qué? Rodrigo no tiene novia y ella es bonita.

Levantó su mano y me dio un golpe en la cabeza.

—No seas estúpida.

Abrí mis ojos demasiado. Ella no solía decirme estúpida.

—¿Qué quieres que yo haga? Ella siempre, escucha, siempre ha tenido los mejores novios. No me sorprendería que empezara a salir con Rodrigo.

Levantó su mano de nuevo y me volvió a golpear.

—¡Hey! —grité. Ella bajo su mano e hizo como si se estuviera relajando.

—¿Quieres qué te diga qué pasa?

—Ilumíname.

—A Rodrigo le gustas —dijo totalmente seria.

—Por favor.

—Por favor y una mierda. No es como que él te ame, pero se nota que lo traes, aunque sea, un poco de cabeza. Desde hace semanas lo noto diferente contigo, ¿entiendes lo que digo?

Deseo... deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora