Capítulo IX. p2

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Observo durante varios segundos sus ojos, jamás los había visto tan brillantes.

—Entonces, ¿quieres ser mi novia? —me pregunta cuando no digo nada —Por favor...

A falta de palabras, lo abrazo y comienzo a llenarlo de besos en todo su rostro. Él comienza a reír y me detiene de manera cuidadosa.

—Tranquila, preciosa—me dice mientras toma mi rostro entre sus manos.

—Lo siento, me emocioné... demasiado. Pero sí, claro que quiero ser tu novia —Lo vuelvo a besar, pero esta vez en los labios, de una manera corta y suave.

Después de unos minutos, lo abrazo. Era lo único que quería hacer en esos momentos.

—Tengo algo para ti —me susurra Rodrigo. Me aparto de él.

Comienza a buscar algo en la bolsa de su pantalón y cuando lo encuentra, lo guarda en su puño.

—¿Qué es? —le pregunto abriendo su mano.

—Es un dije en forma de R. Para que me lleves siempre contigo.

La letra es de una caligrafía preciosa. Rodrigo toma mi muñeca y mete la R en el brazalete que me regalo el día de mi cumpleaños. Después de agradecerle, tocaron la puerta de mi habitación.

Me levanté para poder abrir. Detrás de la puerta se encontraba Rosa y esta vez me alegraba de que fuera tan impuntual.

—Hola —la saludo y ella entra como si nada. Viene de mal humor.

—Hola a los dos, tortolos.

—Hola, Rosa ¿van a salir? —le pregunta Rodrigo y ella se sienta en uno de los sofás.

—Sí, Zara dijo que quería ir a no sé dónde.

—Yo puedo llevarlas, si quieren. ¿A dónde pensabas ir? —me pregunta.

—Bueno... a una joyería. En la orilla de la ciudad y después a comer —Agrego lo último para que no pregunte más. No sabría cómo explicarle a lo que íbamos exactamente.

Al final, Rodrigo nos llevó en su auto. Cuando llegamos a la joyería, no sabía ni siquiera qué iba a hacer. No podía llegar y decirle a la empleada que sus joyas eran mágicas.

—Rosa, ¿podrías adelantarte? —le pregunto. Sé que a ella le encanta la joyería y aquí es el paraíso para ella.

—Claro, no te tardes.

Cuando ella sale del auto, me quito el cinturón y me pongo a pensar. Lo único que se me ocurre es preguntar por el hombre que las diseña. Y ni siquiera sé si él es de aquí. Podría mandarlas desde otro país.

—¿Por qué estás tan pensativa? —Rodrigo llama mi atención tocando mi hombro. Lo miro y espero a que piense algo más, tal vez eso de leer mentes era un invento mío.

—¿Podrías pensar cualquier cosa? —le pido amablemente.

—¿Tú meta en la vida es ser maga? —me dice, sonriendo. Él se refiere a la mentira que le dije, la de Dynamo.

—No es mi meta, pero sí me gustaría ser buena, entonces... ¿puedes? —le sigo el juego. O la mentira, mejor dicho.

—Claro —Él mira hacia otro lado o ruego para que todo esto sea una mala broma de mi mente —. Pienso que eres la mujer más hermosa que jamás he visto—Cuando lo pensó, me miró a los ojos y cuando terminó de pensar, mi cara estaba sonrojada.

—Bien, creo que dejaré esto por la paz. Soy terrible porque no escuché nada —miento.

—Bueno, lo que pensé fue... —Se acerca a mi oído —. Que eras la mujer más hermosa que jamás he visto.

Me río y le doy un beso en la mejilla. Le digo que volveré rápido y me bajo del auto.

La joyería es preciosa por fuera, su fachada es de un hermoso color azul cielo. Y tiene enormes vitrinas que dejan a la vista hermosos collares, brazaletes y anillos...

Cuando entro, noto el cambio de temperatura, aquí es más frío. Rosa está mirando los collares y la empleada la atiende mostrándole algunos. Camino hacía ellas y llamo la atención de Rosa.

—¿Preguntamos ya? —le digo.

—Claro. Oye, Catarina. Mi amiga quiere preguntarte algo —La chica pone toda su atención en mí.

—Bueno, quería preguntarte si, amm, aquí se encuentra la persona que hizo este brazalete y el collar —Le muestro ambos y ella los revisa.

—Bueno, aquí los vendemos. Pero el diseñador no es de por aquí —me confirma mi temor.

—Oh, ¿y sabes dónde podemos encontrarlo?

—Sí, creo que tengo la dirección por aquí —Ella busca detrás, en una caja llena de papeles —. Tengo la ciudad y la colonia, pero aquí no hay ningún número ni calle —nos dice.

—Demonios... —susurro.

—¿Y qué ciudad es? —le pregunta Rosa.

—Cascada dulce.

—¿En serio? —pregunto alterada.

—¿No es donde vive Marcos y tu familia? —me pregunta Rosa. Ella ya conoce la respuesta —Bueno, puedes pedirle ayuda.

—¿Por qué necesariamente a él? Mi familia está ahí también.

—Por lo que me has dicho, sólo son tus abuelos y ellos nunca salen de tu casa.

Pido piedad, señor.


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:O

Deseo... deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora