Capítulo VII. p3

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Al día siguiente regresé a mi casa.

Era difícil de asimilar que mi vida haya dado un giro enorme, solía pasarme la tarde metida en mi habitación sin nada interesante que hacer, no me pasaban accidentes, en resumen era aburrida. Y ahora, volvía del hospital después de golpearme la cabeza en un concierto de Motel. Vaya giro.

Ya eran después de las nueve de la mañana, Rosa se había ido a su casa a eso de las doce después de que llegaron mis papás. Durante todo el día estuve mareada, el doctor me había advertido que eso pasaría. Me recomendó no hacer movimientos bruscos.

El teléfono empezó a sonar y yo lo tomé mientras ponía pausa a la película que miraba.

—Hola —saludé. Era Rodrigo, de seguro Rosa ya le había contado todo lo que pasó.

—¿Estás bien? Voy a ir un rato si no te molesta —habló rápido, apenas le había entendido.

—Estoy mareada, pero bien.

—Me alegro de escuchar eso —Sonreí, a este paso me iba a volver loca por él muy rápido. Si no es que ya lo estaba —. Entonces, voy a tu casa, espérame.

—No tengo otra opción, estoy castigada ¿recuerdas? Sólo me dejaron ir al concierto porque era mi regalo —Él se ríe.

—Yo no te dije que te escaparas por la ventana de tu casa.

Pero lo provocaste, pensé.

—Te espero.

Colgué, tenía que ponerme un poco más decente. Este pijama verde no lo definiría como glamurosa.

—¡Zara! Te buscan —gritó mi mamá desde la sala.

No era posible que llegara tan rápido.

—¡Voy! —Me recogí el cabello y bajé las escaleras.

Rosa había llegado y en sus brazos traía un gato de peluche color blanco con un moño decorando su cabeza. Era muy lindo.

—Hola, hola. Lindo pijama, ¿pensaste en lo que te sugerí? —Entró y se puso cómoda en el sofá.

—No era necesario que me dieras algo—dije refiriéndome a su regalo.

—Oh, lo sé. No es para ti.

—Oh —susurré, sintiéndome muy estúpida. Me senté a su lado.

Ella se comenzó a reír y luego me entregó el pequeño peluche.

—Eres tonta —Continuó riéndose. Yo sólo sonreí, tenía un nuevo peluche.

—Bueno, Rodrigo no tarda en llegar por lo que me dijo así que...vamos al grano —Se acomodó el cabello y siguió hablando —. El enfermero sexy que te atendió ayer me invitó a una cita. Quiero que vayas conmigo y me digas si en algún momento piensa algo malo de mí, porque no quiero empezar una relación que vaya a terminar mal, ¿me entiendes?

—Te entiendo, pero ¿cómo te voy a decir qué está pensando sin que él me vea? —pregunté —. Además estoy castigada.

—Que estés castigada es lo de menos... —Se rascó la barbilla y se levantó de un golpe. —Pensaré en algo y te aviso, ¿de acuerdo?

—Está bien.

Tocaron la puerta y Rosa se apresuró a abrir mientras yo me levantaba.

—¡Rodrigo! Mira esos brazos, debes ir mucho al gimnasio —Me reí, Rosa me miró y luego guiñó su ojo.

—A veces. —Rodrigo carraspea, incómodo.

—Entonces déjame comprobar tu abdomen de acero —Rosa le dio impulso a su brazo y golpeó a Rodrigo. Uno pensaría que no lo golpeó fuerte, pero por la cara que puso cualquiera diría que le dolió y mucho.

—Deberías tomar clases de boxeo —le dice Rodrigo, aguantándose el dolor.

—Sí, debería...¡adiós! —Cerró la puerta con fuerza.

—Te traje algo —Rodrigo sacó una caja transparente llena de donas. Iba a ser una buena tarde.

(...)

Mientras veíamos Investigation Discovery, me puse a pensar en cómo era posible que yo pudiera saber lo que pensaban los hombres. Sé que deseé saber qué pensaba Rodrigo, pero no esperaba que se cumpliera, es imposible. Ni en mis sueños me pasaba eso. No tenía sentido lo que pasaba. El que haya pasado de un día para otro sonaba muy loco.

Vagamente recordé de nuevo lo que me dijo mi abuela cuando me entregó el collar:

Ella sacó de su bolso una caja de terciopelo negro. La abrió y en ella había un collar color plata que tenía un dije con forma de estrella. Era realmente bonito.

—Este era de tu tátara abuela —Me sorprendí.

—¿En serio? —le pregunté.

Ella se río por lo bajo.

—No, lo compre en la joyería.

—Abuela —la reprimí.

—Está bien. Me dijeron que él que la hizo siempre hace sus joyas con materiales raros y que los hace de maneras especiales y cuidadosas. Cuando lo vi pensé que este era para ti.

Pensé que el collar tenía algo que ver, algo mínimo, pero inmediatamente lo descartaba al ver lo patético que era. Un collar que cumple deseos, sí claro.

Tomé el collar entre mis dedos, admirando la estrella plateada que lo adornaba. Era pequeña, brillante; sus picos, largos y delgados daban la sensación de que realmente brillaba en mi pecho.

—Le encuentro parecido —me dice Rodrigo, tomando mi muñeca entre sus dedos.

—¿A qué? —le pregunto. Sus dedos se sentían cálidos mientras acariciaba la palma de mi mano.

—A el collar que te dio tu abuela y al brazalete que te regalé. —Y ahora que lo mencionaba, tenía razón. La estrella era casi la misma aunque más pequeña. Eran igual de hermosas —. Esta no la tenías.

Tocó el otro brazalete dorado, el que me había regalado Marcos.

—Oh, sí. Ese me lo dio Marcos —contesté incómoda. Me alejé un poco de él cuando se tensó —. ¿Dónde compraste mi regalo?

Recuperó la compostura y luego contestó:

—En una joyería en la orilla de la ciudad.

—¿Te dijeron algo cuando te la dieron? —pregunté curiosa. Algo tenía que averiguar.

—No que recuerde. Solo la empleada me dijo que era una buena elección. ¿Por qué? —Vio la distancia que nos separaba y decidió acortarla. Me puse nerviosa, como siempre.

—Simple curiosidad... ¿Cómo mató a la mujer? —Quise cambiar de tema. En la noche ya tendría tiempo de investigar sobre esa joyería. Supuse que como mi abuela vive en la orilla de la ciudad tuvo que comprar el collar ahí.

—Su esposo, descubrió que la engañaba, de nuevo —Pasó su brazo por encima de mis hombros cómodamente.

—A tu truco le faltó el bostezo —le digo recargándome en su pecho.

—No necesito de trucos para abrazarte y besarte —Dicho eso, acarició mi mejillas con su mano antes de besarme lentamente. Sus besos, siempre tan emocionantes y dulces.

—Pero sí de mi permiso —Le besé la mejilla después de reírme y continuamos viendo la televisión.

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Hola, hola, hola ;-;

Rosa no perdió el tiempo. ¿Harían lo mismo que ella si se enteraran que su amiga lee mentes?

¿Cómo aprovecharían el poder?

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Besos.VII

Deseo... deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora