Capítulo especial

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Amaba venir a la casa de mis abuelos, aunque siempre regresaba con dos kilos de más porque mi abuela siempre estaba ofreciendo comida a todo mundo y si le decíamos que no, andaba desanimada todo el día.

Panza llena, corazón de la abuela contento.

Cada año, pasábamos una semana con ellos y era divertido. Íbamos de paseo, hacíamos carne asada, mirábamos películas de comedia, jugábamos juegos de mesa.

No sabía qué me esperaba esta vez, pero deseaba que fuera algo emocionante. Yo no tenía amigos allá, así que debía pasar el tiempo mensajeándome con Rosa por varias horas hasta que ella se quedara dormida y me dejara en visto.

—¡Hola, hija! Pasen, creímos que llegarían hasta mañana —dice alegre mi abuela. Ahora su cabello era casi completamente blanco, tal vez dejó de teñirlo y aceptó su destino al lado de las canas. Saludo a mis abuelos y luego mi mamá habla.

—Perdón por no avisar, no hubo señal en todo el camino y...

Yo me pierdo de la conversación y salgo al patio trasero, dándome cuenta de que había dos enormes perros. Y no exagero, pero aun así eran preciosos. Me acerqué con cuidado, temiendo que me fueran a morder al no conocerme, pero uno de ellos comenzó a buscar en la bolsa que traía en la mano. Oh no, mi hamburguesa no.

—Hey, hey, hey, quietos. No llevo ni la mitad, al menos déjenme darle otra mordida —les digo, esperando que me comprendan, aunque sé que no será así.

Abro la bolsa y parto la hamburguesa a la mitad.

—Un pedazo para ti y otro para ti —Lanzo los pedazos a sus bocas y ellos los cachan.

—Esa es la mejor manera de ganarte a un perro —Me asusto y volteo a todos lados, tratando de encontrar de dónde vino esa voz.

Hay un chico parado detrás de la pequeña cerca que separa los patios traseros de las casas vecinas. Su cabello castaño es largo hasta sus hombros, tiene un poco de barba y viste una playera negra.

—¿Quién eres? —Yo no me fío de nadie, ni siquiera de él aunque sea lindo.

—Marcos, mucho gusto.

—¿Sueles saltar las cercas de los demás así de la nada? —digo a la defensiva, cuando él decide acercarse e invadir el patio de mi abuela. Este me quiere vender en el mercado negro.

—Cuando la razón es linda, sí.

Ja, ahora resulta que me está coqueteando. Pues no.

—¿Y cuál es la razón? —me hago la desentendida. Estoy lista para entrar corriendo a la casa.

—Déjame describírtela...

—No quiero que me la describas.

Él se calla y yo aprovecho para dar dos pasos hacia atrás y tomar mi teléfono de la mesita en que lo había dejado.

—De acuerdo, tal vez me estoy portando algo imbécil... —Yo espero a que continúe —. Vivo aquí al lado y te he visto un par de veces antes, pero hasta hoy me atreví a hablarte.

—Entonces... ¿me espiabas?

—No, no, no. Sólo coincidimos algunas veces cuando tú venías aquí, pregunté por ti con tu... abuela, supongo, y me dijo que sólo venías de visita.

—¿En serio le preguntaste a mi abuela por mí?

¿Desde cuándo un chico tenía interés por mí? Esto era nuevo.

—Sí, ¿estuvo mal? Lo siento... —se masajea la nuca, en señal de nervios. Ok, eso sí fue tierno.

—No, pero si querías hablarme, no debiste comportarte así y hacerme creer que me ibas a secuestrar —Él ríe y me tiende su mano.

—Me presento entonces. Soy Marcos, ¿y tú? —Yo acepto su saludo y respondo aún no muy convencida. Sí, soy una paranoica.

—Zara, mucho gusto.

—Tal vez me dejes invitarte a salir, antes de que te vayas —dice emocionado. Su sonrisa me parece sincera... incluso bonita.

—No creo que sea buena idea...

—Te aseguro que no soy ningún secuestrador. Podemos hacer algo sencillo, sólo quiero conocerte.

Sonrío, siempre había imaginado el momento en que alguien me invitara a salir. ¿Por qué tenía que ser en estas circunstancias?

—Mira, acabo de llegar hoy, no sé si pueda pero tal vez mañana. Búscame a eso de las ocho aquí —le digo. No tengo nada que perder.

—¿De la mañana? —dice un tanto desconcertado.

—¿Qué tipo de cita es tan temprano? —le pregunto y luego caigo en cuenta de lo que acabo de decir. En serio, que si mi vida fuera una novela, el lector se daría de golpes contra la pared cada vez que yo abriera la boca.

—Ocho de la noche, pues. Estoy ansioso por nuestra cita —me guiña un ojo y yo automáticamente me pongo roja. Si él hace eso de nuevo, voy a explotar de la vergüenza.

—Mejor voy a entrar, deben de estarse preguntando dónde estoy... —susurro, ya nerviosa. No pude estar ni diez minutos sin sonrojarme a su lado, no sé cómo me voy a contralar durante la cita.

Demonios.

—Buenas noches, Zara —Se acerca un poco más y besa mi mejilla. Pero no fue de esos besos que sólo hacen ruido y no te tocan, no, literalmente puso sus labios sobre mi mejilla provocando que aparecieran un par de mariposas en mi estómago.

—Adiós —digo, alejándome de él.

Volteo una última vez. Él está parado, mirándome. Yo me giro, ignorándolo y deseando que esto vaya bien.

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Holaaaa. Decidí subir este pequeño capítulo especial, contando cómo se conocieron Zara y Marcos; para celebrar mi cumpleaños, ah, que es hoy xD un año más y soy legal. Ojalá le guste.

Deseo... deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora