Capítulo IV. p3

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Por la mañana me levanté temprano, un poco antes de las cinco de la mañana. Tenía muchas cosas por hacer hoy, bañarme justo ahora porque en la noche no lo había hecho, tenía que caminar hasta la escuela ya que cuando mi papá llegó de trabajar tenía algo de fiebre pero unas horas después empeoró. Por lo que mi mamá lo había llevado al hospital a eso de las cuatro de la mañana.

Con total pereza me metí a la regadera y me estuve algunos minutos haciendo absolutamente nada y por un pequeño descuido casi me caigo, lo cual me hizo despertar totalmente. Continué todo el proceso y después salí.

El tiempo que tardaba en llegar a la escuela era de por lo menos cuarenta minutos y apenas eran las cinco veinte, así que todavía tenía otros cuarenta minutos para arreglarme como es debido y como nunca lo hago para ir a la escuela, que lo encuentro totalmente innecesario pero una vez al año no hace daño.

Alboroté mi cabello con crema para peinar lo cual lo dejo totalmente decente y hasta podría decir que me quedo lindo. Me puse brillo en los labios, algo de rímel y me depilé un poco las cejas. Mi ropa consistía en un jean negro, botas del mismo color y una blusa con estampado de camuflaje. Tal vez me excedí un poco, pero ya eran las seis veinte y no había tiempo de volver a cambiarme.

Bajé las escaleras y tomé mi mochila junto con la de Rodrigo. Cuando estuve a punto de abrir la puerta tocaron el timbre y di un respingo. Abrí la puerta y Rodrigo me saludó.

Wow —escuché que dijo pero en ningún momento vi que abriera su boca, supuse que seguía algo dormida y lo dejé pasar —. Ayer olvidé mi mochila —Fue lo primero que dijo. Abrí más la puerta y lo dejé pasar.

—Justo la llevo aquí. Ahí la tienes —Se la entregué y él me sonrió.

—¿Quieres que te lleve? —pregunta apuntando afuera de mi casa.

Veo un auto pequeño rojo, algo así como un Spark.

—¿Es tuyo? —Por alguna razón eso fue lo único que se me ocurrió preguntar.

—Te aseguro que no es robado ¿vienes?

—Claro. Pero todavía falta tiempo para la hora de entrada y no quiero estar media hora innecesaria de más en la escuela.

—Podemos hacer muchas cosas en media hora.

Ay Dios. Inmediatamente me puse toda acalorada, pero también colorada. Porque amigos, hay una gran diferencia entre estar acalorada y colorada.

Debo dejar de pensar las cosas en doble sentido.

—¿Cómo qué? —cuestioné con un tono de voz bajo y nervioso.

—¿Un café te parece?

—Con donas —agregué.

—Todas las que quieras. Vámonos —Estábamos saliendo cuando una preocupación llegó a mí. Gordo.

—Espera, no tengo con quien dejar a Gordo, no puedo dejarlo solo.

Mi celular comenzó a vibrar y yo contesté. Era mi mamá que sólo quería avisarme que llegarían en media hora, le dije que si podía cuidar a Gordo. Ella aceptó.

—Problema resuelto —informo y ambos salimos de mi casa.

Subimos a su auto y empieza a conducir.

(...)

—Entonces ¿un café negro y una dona de mermelada?

—Así es.

Deseo... deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora