Capítulo I. p2

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—No. Claro que no voy a dejar de ver The Walking Dead para ir a un lugar donde no conozco a nadie —le respondo a Rosa cuando ella insiste por tercera vez que la acompañe a una fiesta.

Zara, por favor. No quiero ir sola.

—No vayas.

—¿Cómo le diré a Rodrigo que no quisiste venir? No creo que vaya a tomar muy bien que no vayas a su fiesta.

—Retrocede un poco. ¿Está Rodrigo en la fiesta? Eso no lo mencionaste.

Dah, la fiesta es en su casa. Es el cumpleaños de su hermano mayor, Santiago.

—Llego a tu casa en una hora.

Colgué la llamada y me empecé a arreglar, lo bueno es que ya me había bañado. Ni siquiera me arreglé tanto, sólo me puse mi vestido favorito, mis tacones negros y me maquillé, nada fuera de lo normal. Cuando me veía más decente, bajé las escaleras para avisarle a mi mamá que saldría.

Ya vestida y alborotada no me diría que no.

—Mamá voy a salir —le digo abriendo la puerta.

Me miró cómo diciendo "¿Qué sucede contigo?"

—¿Me has pedido permiso? No. ¿Me has avisado antes? No. ¿Te dejo salir? No.

No puedes hacerme esto. No ahora.

—Pero mamá... Sólo serán unas horas.

—Son las diez de la noche, no vas a volver a las cuatro de la mañana.

Sonreí inocentemente mientras le hacía ojitos.

—Una vez, sólo hoy. Por favor. Nunca salgo.

El "nunca salgo" siempre funciona.

—Dos horas.

—Cuatro horas.

—Dos.

—Tres.

—Dos.

—Cuatro.

—¿Tres o nada?—Se rinde al fin.

—Tres. ¡Gracias mamá!—Corro y la abrazo antes de salir trotando a la calle.

Salí de mi casa y caminé a la de mi mejor amiga. Oh pero qué emocionada estoy, no es mi primera fiesta pero sí es la primera en la casa de Rodrigo.

Me propongo pasar la noche con él y hacerlo mi amigo, que me tenga más confianza para así tener de qué hablar pasado mañana. Ruego para que al menos hoy, esa mala suerte que me ha perseguido por dos años por fin se vaya.

—¡Rosita! —grité desde la puerta de la casa de Rosa y ella bajó a abrirme.

—¿Qué le hiciste a mi amiga?—me pregunta ella, viéndome de arriba abajo.

—La arreglé un poco —Puse mi mano en la cadera, modelando para ella. Ella no lucía nada mal. Tacones, medias negras, vestido tinto y cabello suelto.

—Nos vamos.

(...)

—Con este viento hoy eres la chica de cabello salvaje que siempre soñaste.

—Cállate, Rosa.

Podía escuchar la música a unas cuantas casas. La masa de autos se hacía presente en la calle.

—Lo primero que vas a hacer es buscar a Rodrigo y dejar que vea ese cuerpo que te cargas.

—¡Dios mío, Rosa!

Deseo... deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora