Rodrigo se muerde el labio pensativo, llevamos aquí media hora y no hemos acabado más que dos ejercicios. Si sólo estuviera yo posiblemente ya habría acabado, pero no, hay que ser buenas personas y ayudar a los demás.
Un bufido sale de su boca.
—¿Y si descansamos un rato?
—¿Para qué? No voy a dejar que tu cerebro se duerma de nuevo ahora que está trabajando tan bien.
—Yo sólo decía.
Lo miro con mala cara. No me gusta cuando las personas no quieren trabajar y yo sí. Es más como que quieren que yo haga todo el trabajo.
Seguimos trabajando durante otra hora hasta que por fin terminamos todos los ejercicios. Debo decir que no fue tan difícil una vez que Rodrigo comprendió lo necesario para resolverlas él solo. De vez en cuando me preguntaba algo pero la mayor parte las resolvió sin ayuda.
Ahora nos encontrábamos sentados en el sillón comiendo galletas con queso mientras mirábamos unas caricaturas. Sí, caricaturas. Me gustan mucho, más que las novelas mexicanas con drama de más. Siendo sincera me sentía un poco, pero sólo un poco incómoda porque no sabía cómo demonios actuar. Veía la televisión pero estaba desconectada, pensando en todo y nada a la vez.
—Ven aquí.
—¿Qué?
—Acércate, estás muy lejos de mí —Me podría poner roja, pero me controlaré.
Sin hacer un movimiento tonto me acerqué un poco más a Rodrigo, me detengo cuando estoy a unos escasos treinta centímetros de él. Él sonríe y pasa su mano por mis hombros.
—¿Vamos a salir mañana? —me pregunta y yo sigo un poco rígida.
—No lo sé —le contesto, pensando en que Marcos dijo que vendría esta semana.
—Podemos ir a cenar algo o sólo a dar una vuelta ¿qué opinas?—me dice emocionado.
—Cuenta conmigo —Le sonrío y recargo mi cabeza en su hombro con un poco más de confianza.
—Asombroso, ahora a conseguir un buen lugar para llevarla.
—¿Llevar a quién? —le pregunto.
—¿Qué?
—Dijiste que tenías que conseguir un buen lugar para llevarla ¿a quién? Tal vez yo pueda ayudar.
—Yo no dije eso... —Sus cejas estaban fruncidas por la confusión —. Tantas matemáticas te afectaron un poco.
Asiento, un poco confundida porque yo escuché perfectamente que Rodrigo dijo eso. Pero todo eso se va al carajo cuando Rodrigo empieza a peinar mi cabello con sus dedos.
—¿Mañana también estudiaremos?
—¿Mmm? —Estaba demasiado relajada como para prestarle atención.
Cierro mis ojos y de repente siento su aliento demasiado cerca de mi rostro. Espero lo más normal que sería que me besara. Pero cuando lo hace es como si esa idea se me esfumara rápidamente y mi cabeza me transportara a un lugar totalmente diferente.
—¡Adivina que me encontré en el camino! —escuchó a mi mamá abriendo la puerta y lo único en lo que pienso es en alejarme de Rodrigo rápidamente. Así que sin saber bien que hago me muevo a mi izquierda y caigo al suelo.
—¿¡Estás bien!? —me pregunta Rodrigo que se levanta para ayudarme.
—¿Zara, qué estás haciendo en piso? —pregunta mi mamá. Lo bueno es que no se dio cuenta de nada, absolutamente de nada. Gracias Dios.
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Deseo... deseo
Teen Fiction«Deseo poder leer la mente de Rodrigo» Un soplo y las velas se apagaron. ¿Qué es mejor que saber qué piensa tu amor platónico? Nada. Excepto saber qué piensan todos los hombres. Y todo por un error del destino. Un simple deseo de cumpleaños se volv...