Capítulo X

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—Entonces, ¿qué procede? —me pregunta Rosa.

Después de cuatro largos meses de tareas y exámenes, por fin habíamos terminado nuestro quinto semestre. A mí no me había ido mal, lo que me puso realmente contenta es que Rodrigo había mejorado notablemente en matemáticas, todas esas tardes valieron la pena. Él me abrazó y me llenó de besos cuando supo que había sacado cien. El salón entero se percató de la romántica escena, incluso el maestro López y no fue nada bonito el regaño que nos puso.

Nos encontrábamos caminando por la plaza, ideando un plan para que mi madre me dejara quedarme en casa de Rosa hasta el domingo. Así que conociéndola tenía que ser un buen plan.

—Puedes pedírselo tú. Dile que tendrás una pijamada y que el día siguiente iremos a comer con tus papás. Algo así —dije, no muy segura.

—Bueno, yo le diré. Ponle que diga que sí, ¿Qué tal si llama mañana y pregunta por ti?

—Le dices que fui al baño... oh, ya sé. Te dejaré varios audios míos, si llama le pones cualquiera, ¿qué opinas? —le digo emocionada, poco a poco el plan se volvía mejor.

—Eso está de locos, pero si tú estás segura de que va a funcionar... yo te apoyo.

(...)

Llegamos a mí casa y mis nervios comenzaron a notarse. Me sudaban las manos y mis dientes no dejaban de temblar. Mi mamá y mi papá estaban en casa. Ambos disfrutaban de las pequeñas vacaciones que le habían dado a mi papá después de tanto trabajo.

—¡Mamá ya llegué! —grité y entré a la cocina. Ambos estaban sentados comiendo. Rosa venía detrás de mí —Rosa quiere decirles algo.

Rosa me fulminó con la mira pero luego continuó.

—Bueno... yo quiero pedirles personalmente que dejen ir a Zara a mi casa hoy y mañana, vamos a tener una... ¿cómo se dice? Ah sí, fiesta para celebrar que no reprobamos... y como sé que Zara está castigada... —Rosa siguió hablando pero yo le presté atención a mi papá.

Fiesta para celebrar que no reprobaron —se burló. Y me quise reír también.

—... eso es todo —concluye Rosa.

Mis padres la miren y analizan la situación.

—¿Cuántas materias las pasaste con cien? —me pregunta mi papá.

—Siete de ocho —le respondo, nerviosa. Ojalá esté considerando dejarme ir.

—Bueno...

—¡¿Sí?! —grité.

¿Le quito el castigo o no? —pensó.

Crucé todos mis dedos, por favor.

(...)

—Aún no puedo creer que me hayan levantado el castigo —le digo a Rosa.

Estábamos preparándonos para dormir. Si quería regresar temprano mañana, debía salir de aquí antes de las seis.

—Ni yo. Pero influyeron tus calificaciones, a veces envidio tu cerebro. Por cierto, ¿ya le dijiste a Rodrigo todo?

—Sí, él mañana me estará esperando en la Central. Gasté mis ahorros y todo por un estúpido poder que yo no pedí —Estaba enojada ahora. Había revisado los pros y los contras y ya odiaba ser yo.

—Ve el lado bueno.

—¿Cuál?

—Ah, no lo sé. Creí que se me ocurriría algo. Lo siento.

Me recosté y puse mi celular debajo de la almohada. Mañana sería un día lleno de emoción y misterio. Quería que todo saliera bien y que de una vez por todas me pudiera deshacer de este poder.

Al día siguiente.

—¿Segura que llevas todo? No quiero que te regreses después —me dice Rosa. Aun lleva su pijama y está muy despeinada. Con trabajos se despertó para despedirse de mí.

—Sí. Recuerda, si hay algo que mi mamá pregunte y no hay un audio para eso, me dices e inmediatamente te mando otro.

—Claro, claro. Ahora ve y disfruta a Rodrigo y a Marcos —me empujó levemente y cerró la puerta de su casa.

Caminé hasta la central que estaba a unos veinte minutos. Cuando llegué allá, compré los boletos para el primer autobús. Salía en media hora.

El frío calaba en mis huesos, aun con mi abrigo sentía que me iba a congelar en cualquier momento. Decidí comprar café mientras esperaba a Rodrigo. Lo había llamado dos veces y él no contestaba. Temía que no fuera a venir.

Lo llamé una tercera vez y en el último segundo respondió.

—¿Vas a dejarme plantada? —le pregunto.

Claro que no, estoy esperándote en la cafetería desde hace media hora. Si volteas hacia atrás me vas a ver —Y colgó.

Metí mi celular en la bolsa y caminé hasta estar enfrente de él. Vaya que había sido estúpida.

—Lo siento, creo que estoy muy distraída, ¿por qué no me llamaste cuando me viste? —le pregunto.

Él pone su brazo sobre mis hombros, abrazándome y me da un beso en la mejilla.

—Estás helada —me dice preocupado.

—Esperaba que con el café se me quitara, pero no. Tendré que esperar hasta entrar al autobús.

—¿Cuánto falta?

—Diez minutos.

—Entonces vamos ya. Hay que tomar los asientos de atrás —me guiña un ojo. Yo sonrío y me permito disfrutar del calor que su cuerpo me brinda.

Con esa suave chamarra que trae, es como abrazar a un oso. Uno muy guapo.

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Hoy les traje dos caps C:

Espero que les gusten y me gustaría ver mucho sus comentarios. Díganme, ¿creen que algo salga mal? o esta vez saldrá todo bien mmmm

LOS AMOOOOOO

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