Prólogo

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—Oye, Zara —Rosa, mi mejor amiga, se sienta a mi lado mientras termino mi desayuno.

—¿Qué pasó? —le respondo. Su mirada inspira preocupación.

—¿Te enojas si te digo que no te he comprado un regalo?

Me reí. Mi amiga Rosa nunca iba a entender que prefería que sólo viniera a mi casa a ver una película a que me diera un regalo.

—Ya sabes que no —le respondo, tranquilizándola.

—Me alegro, no he tenido tiempo de nada. Entre las tareas y todo lo que tiene que ver con el día de muertos, no he pensado en ello.

La semana pasada fue un total sacrificio. Todos los días teníamos que avanzar en una gran Catrina con tema mexicano. Y a pesar de nuestro gran esfuerzo —y tiempo invertido, la Catrina no consiguió ni el tercer lugar.

—Ya te dije que está bien.

—Bueno, ¿cómo te van a festejar?

—No lo sé, tal vez sea lo típico; pastel, una película contigo, una desvelada con mi familia. Aunque la desvelada no suena tan bien cuando la festejada es un oso perezoso, literal. No me gusta desvelarme.

—Tú y tus comparaciones.

Suelto una risita y el timbre suena. Ambas entramos al salón que está lleno de alumnos, son demasiados. Es un salón muy unido y siempre nos apoyamos en las tareas. Hay mucha personalidad en él.

Luego entra un hombre precioso, digno de ser pintado por Da Vinci.

Su nombre: Rodrigo.

Su físico: el de un Dios Griego.

Cabello negro, ojos verdes, cejas gruesas y labios, ay sus labios; tan bellos que te hacen querer besarlos una y otra vez.

Y es mi primer amor platónico...

A veces me gustaría poder ser una de sus amigas, de esas que lo invitan a ver una película o a salir de paseo un fin de semana, pero no, sólo soy una compañera más, la que a veces le ayuda con la tarea y que sólo dos veces ha sido parte de su equipo.

—¿Zara?

Me habló de repente, ¿lo miré demasiado soñadora?

—¿Qué? ¿Qué pasó? —pregunto desorientada.

—Pasado mañana es tu cumpleaños ¿cierto? —Él se sienta a mi lado, más cerca que a lo que acostumbra. Cierro los ojos cuando su aroma entra a mi nariz. No podría ser más atractivo.

—Sí, ¿por qué? —respondo con un tono despreocupado, así se hace Zara. Bien hecho.

—Sólo quería estar seguro —Sonríe y me deja con la duda. ¿Estar seguro de qué? ¿Qué otra cosa me querrás decir Rodriguito?

—Mmm está bien —digo bajito, aun sabiendo que él ya no me escucha.

—¡Clase, tomen asiento! Nombraré lista y enseguida me traen la tarea —Llega el maestro López.

Ay no. La tonta tarea.

Saco mi libro de matemáticas rápidamente y empiezo a contestar lo mejor que puedo. Detesto los problemas matemáticos, ¿por qué no sólo ponen la operación y ya?

—Ten.

Miro a mi lado, Rodrigo me pasa su libro ya contestado. Olvidé decirles que este semestre se sienta a mi lado, es algo a mi favor. Sonrío y empiezo a copiar los ejercicios.

La clase transcurre sin problemas, excepto para Carlos que lo mandaron a la dirección por arrojarle una bola de papel al maestro en la cabeza.

¿Qué demonios es lo que pasará por su mente para llevarlo a hacer eso?

Saco mi botella con agua para beberla, vaya que hace calor aquí.

—Zara, ¿puedo decirte algo? —Rodrigo me mira de arriba abajo, ¿acaso hoy tengo algo que no tenía ayer?

—Claro —Me doy vuelta para poder quedar frente a frente.

—Ayer en la clase de física, te escuché decir algo...

De repente se queda callado. Sigue hablando y no te detengas, me gusta cuando lo haces. Suspira y luego sonríe. Noto que sus mejillas se ponen un tanto coloradas. Ay por Dios.

—Y te escuché decir que...que... —se queda callado.

—¿Qué me escuchaste decir? —lo animé a decirme. Le di otro trago a mi agua.

—Bueno... te escuché decir que me veía caliente con la camisa sudada.

¡Ay! Trágame tierra.

Lamento haberte escupido el agua, Rodrigo.

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BIENVENIDOS TODOS :)

Deseo... deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora