Capítulo VI

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No sé qué contestar a sus preguntas. Este sería un buen momento para que mi mamá llegara y me salvara, pero yo fui la que me metí en esto y ahora debo de enfrentarlo.

—Marcos... Lo que nosotros tuvimos es algo de lo que no me arrepiento para nada, tienes que saberlo. Y te quise demasiado mientras duró, pero... —Me quedo sin palabras. Esto no va a salir bien, odio esto, odio no saber qué es lo que quiero exactamente.

—¿Pero? —pregunta con un tono afligido. Miró a mí alrededor mientras busco respuestas pero no hay nada que me ayude a pensar mejor, solamente lámparas amarillas, oscuridad y árboles.

—Ya no es lo mismo. Ahora yo estoy saliendo con alguien más, tú sigues estudiando en la universidad y puede que nunca tengas tiempo para esto...

—Podría hacer tiempo para ti porque realmente me importas mucho. Si estás confundida puedo esperar. No tengo prisa en enamorarme de alguien más —me interrumpe mientras toma mi mano derecha entre las suyas y la acaricia suavemente.

¿Enamorado? ¿Qué? Tengo que ser realista y no dejarme llevar por el momento. No voy a negar que sí lo llegué a querer mucho pero no pude enamorarme de él por el simple hecho que desde el principio yo me hice la idea de que cualquier relación que tuviera con él sólo duraría dos semanas y nada más. Tal vez él sólo esté confundido.

Separo lentamente mi mano de las suyas tratando de no hacer un movimiento brusco que se interprete como desprecio.

—Escucha, no te pudiste haber enamorado de mí si sólo nos conocimos por dos semanas, Marcos. Y no dudaría que tus sentimientos son verdaderos si nos hubiéramos tratado por más tiempo, porque eres muy sincero, es sólo que...no creo que te puedas enamorar de alguien en dos semanas —Sino salgo de aquí ahora, voy a llorar. Esto es lo más difícil que jamás he hecho.

—Pero yo no me enamoré en dos semanas. Seguí pensando en ti después de que te fuiste; pensé en lo mucho que me hacías reír, lo bien que nos llevábamos. Me hacías feliz y no estoy exagerando. Muchas veces pensé en llamarte y preguntarte cómo estabas, y más de una vez escribí tu número pero nunca me atreví a marcarte. Un día husmeando en mi celular encontré una fotografía de los dos, yo estaba sonriendo y tú estabas sentada en mis piernas mientras besabas mi nariz, te gustaba hacerlo, no pasó ni un día después de conocernos bien sin que no lo hicieras. ¿Pero sabes que me gustaba a mí? me gustaba mucho cuando... —Se quedó callado. Levantó su mano izquierda, la acercó a mi mejilla y con sus dedos la acarició suavemente. En un acto reflejo, mis labios se abrieron sutilmente —...acariciaba tu mejilla y tus labios se abrían, justo como en este momento. Y entonces yo te besaba.

Y se acercó para besarme. Podía sentir los latidos de mi corazón en mi garganta, podía sentir mis manos dudando a pesar del frío, podía sentir las ganas de besarlo carcomiéndome en todo el cuerpo, pero mi mente me decía que no.

Como si Marcos supiera lo que pienso, se detuvo a escasos tres centímetros de mis labios. Entonces él sin decir una palabra, me dio a elegir entre si quería seguir con esto o no. Como si no pudiera ser más difícil ya.

Hazlo.

Como si una corriente de aire me hubiera empujado, cerré el espacio que quedaba entre nosotros.

Sentí una punzada de culpa cuando lo besé, pero no exactamente por Rodrigo, sino que este beso no era para volver con Marcos, era para despedirme de él. Eso supongo que ambos lo teníamos muy claro. Él quería besarme, y no voy a mentir porque yo también lo quería besar, pero para mí tiene ese significado: despedida. Tal vez no para siempre pero si durante un largo tiempo.

El beso fue dulce y embriagante. En ningún momento se propasó ni intentó algo inapropiado. Separé mi rostro después de unos minutos para enseguida sonreír con nostalgia.

—Me tengo que ir.

—Voy a seguir esperándote, tal vez no para toda la vida pero si quieres...bueno, estaré ahí ¿está bien?

—Está bien. Adiós, Marcos.

—Adiós.

Abrí la puerta de mi casa y vi como la sombra de Marcos se perdía lentamente.

(...)

No pasaron ni cinco minutos de cuando entré y ya estaban tocando la puerta. Supuse que a Marcos se le había olvidado algo así que fui a abrir.

Abrí la puerta con una sonrisa en el rostro pero cuando vi quien estaba del otro lado se esfumó.

—¡Prima!

Sí, prima.

—¿Qué haces aquí?

—Bueno, el otro día olvidé mi bolsa de maquillaje en el auto de tus papás y como pasaba por aquí, decidí llegar por ella.

—Bueno, todavía no llegan. Además creo que estarán aquí aun más tarde, tal vez puedas venir luego —Estaba cerrando la puerta cuando ella puso su pie y lo impidió.

—Esperaré si no es ningún problema, tengo toda la noche.

—No, no es ningún problema —susurré mientras ella entraba. Cerré la puerta. Kimberli se pavoneaba por la sala, traté de imitarla levantando el trasero y sacando el pecho. Caminé dos pasos así y de repente ella se dio la vuelta asustándome.

—¿Rodrigo estaba contigo? —pregunta de repente. Saca un chicle de su bolso y luego lo mete a su boca.

—No que yo sepa.

—¿Sabes? El día de tu cumpleaños le di mi número... —Se sienta en el sofá y sube sus enormes botas a la mesa de café —...y me llamó para preguntarme que era lo qué te gustaba hacer. Yo le pregunte que para qué quería saber, me contestó que porque iban a salir los dos, como pareja, y quería llevarte el día de hoy a un lugar que te gustara.

—Ajá ¿Y? —pregunto. No sé a dónde quiere llegar con esto.

—Lo llamé hace unos minutos y le pregunté que cómo le había ido en su cita contigo. Pero él dijo que tú la habías cancelado.

Se levantó de su lugar y caminó hasta quedar en frente de mí. Su aliento a chicle me llegó de lleno.

—Así es, la cancelé.

—¿En serio? Porque cuando venía para acá te vi besándote con alguien. Al principio creí que era Rodrigo pero después de ese momento fue cuando lo llamé. Y de ahí deduje que ese no era Rodrigo. No sabes cuantas cosas bonitas me dijo de ti, estaba muy ilusionado ¿sabes? Entonces ¿qué hará ahora qué se entere qué tú no lo estás tanto como él?

—Tú no sabes nada, Kimberli.

—Sé más de lo que te gustaría que supiera. Y no voy a dejar que le rompas el corazón a Rodrigo.

—¿De repente te volviste su mejor amiga?

—No. Pero puedo evitarle esa pena tan grande de seguirse ilusionando contigo.

—A ti no te corresponde decírselo. Lo voy a hacer yo y sino te molesta quiero dormir, así que sal de mi casa ahora.

—Como quieras.

Tomó su bolso y salió de la casa. Esto no tenía que salir así.

Tengo que decirle a Rodrigo exactamente todo lo que pasó, no quiero tener problemas con él. Sólo espero que entienda, porque nada de eso tuvo que pasar pero lo hizo y ahora tengo que afrontar las consecuencias.

Odio mi mala suerte.


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