Capítulo V. p3

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—Marcos, en serio no quiero hacer esto, mejor vamos a otro lugar —le ruego. Mi yo cobarde dominando la situación. No soy el tipo de persona que está dispuesta a hacer todo con la excusa de que: "La vida solo es una y hay que vivirla al máximo".

—No estés asustada. Solo hay un policía cuidando. Si algo sale mal podemos correr y listo, no es para tanto —Él trata de convencerme de que esta no es una mala idea.

—Cuando lo dices así suena fácil —le contesto no muy convencida.

—Y lo es, sólo déjate llevar.

—Soy la persona menos atrevida que vas a conocer en tu vida entera, así que vámonos ¿sí?

Marcos me ignoró completamente y siguió caminando mientras yo iba detrás de él o más bien él me iba arrastrando.

Pasamos la entrada del museo que estaba rodeada de varios pilares de piedra oscura. La tarde-noche se aproximaba y lo único que teníamos para iluminarnos eran nuestros celulares, así que prendí la linterna del mío. Mi corazón iba a mil por minuto, nunca había hecho algo como esto y casi todas las veces que hago algo nuevo termina saliendo mal para mí.

Fuimos a la parte de atrás que más bien parecía un bosque lleno de pinos enormes y arbustos gruesos y verdes. Marcos se detuvo frente a una puerta de color azul marino, se puso de cuclillas y sacó de su suéter un pequeño pedazo de alambre, con el comenzó a abrir la puerta.

—¿Estás seguro de que no hay alarma? ¿Dónde está el policía del que me hablaste? ¿Eso negro de ahí es una cámara? —cuestioné un poco aterrada.

—La alarma sólo se activa si abren la puerta principal porque por la de atrás entran los empleados, y el policía debe de estar por ahí, no te preocupes. Y eso negro de ahí es una lámpara descompuesta —me respondió con calma. Dirigí la luz de mi celular al techo para comprobar que era una lámpara y no una cámara de seguridad.

No te preocupes, repetí sus palabras en mi mente ¿cómo quería que no me preocupara? Sólo espero que esta sea una buena experiencia y no un error del cual aprender. Porque estando ya dentro del museo, no hay vuelta atrás.

—Marcos, sigo sin encontrarle sentido a esto.

Ignorándome, siguió caminando delante de mí. Con pasos seguros lo seguí a través de unos pasillos un poco estrechos, pintados de color beige. Para nada parecía un maldito museo de historia natural ¿dónde están las figuras de cera, las plantas artificiales?

Me guardé mis comentarios cuando choqué con la espalda de Marcos y mi celular cayó al suelo. Lo recogí y esperé a que él se dignara a decir en qué parte del museo estábamos.

—¿Y ahora qué?

—Bien, él policía está al otro extremo del pasillo que está a mi lado derecho, así que vamos a correr los diez metros que nos separan de la sección de los animales africanos y de ahí en adelante el museo es sólo nuestro.

—Suenas tan seguro de esto que parece que ya lo has hecho antes.

—Mmm, un par de veces.

—¡Vaya! El chico estudioso resulto ser un vándalo, dime ¿qué te robaste? ¿Un mono capuchino de cera?

—En realidad... —Giró su rostro y sonrió — fue un mono araña. Puedo mostrártelo cuando vayas a casa de tu abuela ¿Lista para correr?

—Si no hay vuelta atrás...

—Ok, uno, do...

—¡Tres, ya corre! —grité en un susurro desesperada. La estaba haciendo de emoción y me estaba poniendo más nerviosa. Y en menos de cinco segundos atravesamos el pasillo y llegamos a la sección de animales africanos. Marcos se recargó en la pared que estaba enfrente de mí y luego dijo:

Deseo... deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora