Me levanté decidida a decirle a Rodrigo que me gustaba ¿qué podía perder, no? Él ya lo sabía, sólo teníamos que hablarlo. Miré a Rosa y le dije que en un momento regresaba. Rodrigo dijo que saliera, así que me debe de estar esperando.
Mientras caminaba me acomodé el cabello, fajé mi blusa y revisé mi aliento. Madre mía, apestaba a hamburguesa y papas. Me detuve y miré hacia todos lados buscando una máquina de chicles, pero nada. Pensé y pensé, sólo una persona podría traer chicles o algún spray mejora alientos.
Caminé de regreso a la mesa donde estaba mi familia y le hice señas a Kimberli. Ella se levantó con sus pantalones tremendamente ajustados y su blusa escotada. Debo admitir que se le veía un cuerpo genial y que ella era muy bonita: su cabello negro hasta su cuello, sus ojos casi negros y su tan típico labial rojo cereza. Llegó a mi lado y me saludó.
—¿No será qué traes algún chicle por ahí? —le pregunté. Ella abrió sus ojos un poco más y se puso a pensar mientras movía sus pies.
—Chicles no, pero tengo spray con sabor manzana ¿te interesa? —sonreí y asentí. Ella se devolvió a su lugar y buscó en su bolso. Sacó una pequeña botella, pero antes de volver a mi lado, mi mamá la llamó. Hablaron durante un rato. Mi mamá tenía el celular entre su hombro y su oreja.
Kimberli regresó a mi lado y me entregó la botellita.
—Creí usarlo hoy, pero todavía no —La miré ¿para qué demonios lo usaría? O más bien ¿con quién?
—Gracias. Bueno, ahora vuelvo —le dije y me di la vuelta, pero antes ella me llamó.
—Dice mi tía que te llaman por tu celular, lo dejaste en la mesa —Miré hacia atrás de ella y mi mamá me hacía señas.
—¿No puede esperar?—pregunté, apurada.
—No lo creo —Gruñí frustrada. Ya habían pasado varios minutos desde que Rodrigo se había salido, sino me apresuraba él regresaría y ya no le podría decir nada.
—¿Me podrías hacer un favor? —Tal vez no era la mejor idea pero por lo menos me daría algo de tiempo.
—Mmm sí —me responde sonriendo.
—Ve con Rodrigo afuera y dile que en un segundo estoy con él, por favor —Ella sonrió y asintió. Eso no era bueno, aun así eso me daría tiempo.
—Con mucho gusto —Salió corriendo hacia la salida y la perdí de vista. Yo caminé directo a mi mamá.
Fui con mi mamá y esperé a que me pasara el celular.
—Hija, es un tal Marcos —Me quedé pasmada.
¿Qué demonios?
Le arrebaté él celular con mi corazón a mil. Marcos es un chico que conocí en la ciudad natal de mi otra abuela, la que es de parte de mi mamá. Íbamos cada que había vacaciones de semana santa. Él es su vecino. Siempre que me aburría salía al patio a escuchar música o a jugar con sus enormes pastores alemanes. Un día estando afuera, el salió también, me saludó y se acercó a mí.
Mentiría si dijera que no me gustó. Era tan agradable y era fácil de conversar con él. A parte de que no era feo, tenía su encanto. Tenía su cabello color chocolate con rizos muy despeinados y sus ojos eran de un marrón muy brillante. Parecía que siempre susurraba porque su voz era demasiado grave, me dijo que tenía voz de violador. Siempre que lo hacía reír sus ojos se volvían pequeños porque los cerraba.
No había problema en que fuéramos amigos, excepto que mi mamá dijo que era un poco mayor para mí. En ese entonces yo tenía un poco más de diecisiete años y el tenia veinte. La verdad es que yo no le tomé importancia.
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Deseo... deseo
Teen Fiction«Deseo poder leer la mente de Rodrigo» Un soplo y las velas se apagaron. ¿Qué es mejor que saber qué piensa tu amor platónico? Nada. Excepto saber qué piensan todos los hombres. Y todo por un error del destino. Un simple deseo de cumpleaños se volv...