—Bueno, bueno vámonos antes de que se haga más tarde —habló mi papá, claramente incómodo por la situación.
Todo el mundo salió de mi casa y se subieron a los dos autos. Yo iba con Rosa, mis papás y Rodrigo en un solo auto. Antes de irnos llegó Kimberli corriendo y tocó con sus nudillos la ventana que estaba a un lado de Rodrigo, esto será malo.
—Creo que no hay lugar para mí en la camioneta —dijo con una sonrisa de niña bonita.
—Pero llegaron todos en ese auto —dije, fastidiada. No me caía mal pero digamos que no era mi persona favorita en el mundo.
—Bueno, en realidad quería platicar con Rosa.
—¿Acaso te conozco? —susurró Rosa. Reí por lo bajo.
—¿Puedo subir o no? No me gustan los regaños de la abuela por la música que escucho.
—Sube —dijo mi mamá sonriendo.
Nos hicimos más flacos de lo que éramos para que ella entrara en el auto. Adivinen dónde se sentó, así es, a un lado Rodrigo. Sonreía como una desquiciada y Rodrigo estaba claramente incómodo.
Íbamos por las calles y Kimberli hablaba sobre el último concierto al que fue, creo que era de J—Balvin o algo así. Después de diez minutos, guardó silencio.
—Te ves bonita —me dijo Rodrigo en mi oído.
Mi corazón aleteó y casi puedo jurar que me elevé en mi asiento. Me giré y le di una sonrisa de agradecimiento.
Llegamos a los bolos y nos bajamos del auto. Hacía un sol tremendo y demasiado aire. No diría que puede llover porque no veo ninguna nube en el cielo.
—Así que... ¿lista para patearle el trasero a tus abuelos? —preguntó Rosa una vez adentro.
—Qué chistosita eres, eh.
—Oye, vamos a ganar siempre y cuando tengamos a Rodrigo en nuestro equipo.
—Si no se va al equipo de Kimberli —dije claramente enfadada. Ella no lo había soltado desde que bajamos del auto.
Miré alrededor y vi a Kimberli colgada del brazo de Rodrigo. Me puse un poco roja del enojo. Oh, pero no iba a dejar que me quitara la oportunidad de pasar el día con él. De eso estoy tan segura como que me llamo Zara.
Cuando ya teníamos todo listo para jugar empezamos a hacer equipos.
—Oh, mi corazón va a jugar conmigo ¿verdad?—habló mi abuela refiriéndose a Rodrigo.
Ay no.
—Sería un placer—contestó Rodrigo. Sonreí porque se veía tierno.
Al final hice equipo con Rosa. Y mis papás formaron otro. Ninguna de mis tías o Kimberli jugaron. Mi abuelo se quedó sentado y mis primos se fueron al área de los videojuegos.
(...)
Al final, patéticamente, mi abuela hizo tres chuzas más que yo y a pesar de eso mis papás fueron los que ganaron.
La verdad me divertí demasiado. Desde que mi abuela hizo la primer chuza, un montón de personas se nos acercaron mientras gritaban "¡abuela, abuela!". Y ella más motivada que nunca les dio lo que querían e hizo otras cuatro chuzas. Yo temía por mi vida cada vez que lanzaba la bola porque o bien fallaba o no hacía chuza. A demás era estresante tener a tanta gente alrededor, si fallaba abucheaban y si no, no me felicitaban.
—Eso fue una buena competencia de bolos —me dice Rodrigo sentándose a un lado de mí.
—Te dije que mi familia era competitiva. Sigo sin entender el por qué yo no juego tan bien como ellos.
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Deseo... deseo
Teen Fiction«Deseo poder leer la mente de Rodrigo» Un soplo y las velas se apagaron. ¿Qué es mejor que saber qué piensa tu amor platónico? Nada. Excepto saber qué piensan todos los hombres. Y todo por un error del destino. Un simple deseo de cumpleaños se volv...