Retórica. Urtext. Y por último, pero para nada la menos importante, mi favorita, la palabra que está por encima de todas:
Hegemonía.
Cuando Marcus habla, lo hace con una autoridad tan serena que me hace suya y siento que podría hacer cualquier cosa que me pidiera.
Por eso, cuando dice: «Envidia del pene», lo oigo suplicar, ordenar y exigir: «Por favor, fóllame».
Y aunque no me mire, sé que está hablándome a mí y solo a mí. Solo a mí.
Esto no tiene nada que ver con Jack, lo de mi obsesión con Marcus. Quiero a Jack y solo a Jack. Esto no es más que un entretenimiento, un pequeño episodio romántico con el que solo he fantaseado para divertirme en clase. Una fantasía con la figura del papi- pedagogo que me pone cachonda al ver a mi profesor y se me va de la cabeza en cuanto suena el timbre.
Esta vez ni siquiera llega a eso.
Miro los brazos musculosos de Marcus y sus largas y musculosas piernas e imagino qué sentiría al tenerlas envueltas alrededor de mi cuerpo, de todo mi cuerpo, tal como una araña retiene a una mosca mientras la prepara para devorarla. Quiero que Marcus me retenga y me devore de esa forma. Y me pregunto si sabrá follar con la maestría con la que habla del psicoanálisis, de la semiótica y de la teoría del autor.
Dejo la pregunta en el aire.
La respuesta me llega de forma inesperada desde detrás, en un susurro conspirador. -Es un friki. Me vuelvo y miro directamente a dos ojos vivarachos, claros, casi luminosos, de color verde y a unos carnosos y sensuales labios arqueados en una sonrisa coqueta. Y así es como contacto con Anna. Está inclinada hacia mí desde la fila de atrás, susurrándome al oído, y Marcus puede verla perfectamente.
Ya la conozco, claro. Va a mi clase. Anna es rubia, menuda y voluptuosa; la tía superbuena de la facultad que consigue que todo el mundo se vuelva para mirarla. La chica de la que todos quieren ser amigos;