cap... 5

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Marcus nos ha puesto, como tarea, ver un pase de la película Belle de jour, de Luis Buñuel y protagonizada por Catherine Deneuve.
No he visto la película. No sé nada de ella. No tengo ni idea de qué puedo esperar.
Tomo asiento en la sala de cine de la universidad y no estoy sola, pero en cuanto empiezan a atenuarse las luces y la oscuridad me envuelve, me siento como si lo estuviera. Así es como me gusta experimentar las películas. En una sala de cine, a oscuras, en comunión personal entre la pantalla y yo. Algo parecido al tranquilo estado de contemplación que se siente delante de un cuadro magnífico que te impresiona en silencio.
Me siento a ver la película y espero ser transportada en un viaje desde la realidad hasta otro mundo. Espero que, como mínimo, me entretenga, quizá me intrigue, tal vez incluso me sorprenda. Lo último que espero es verme en la pantalla.
Entiéndeme, no es que me deje embaucar del todo. Ya sé que no soy la protagonista de la película, aunque comparto nombre con la estrella. Ni siquiera soy un personaje secundario. Sin embargo, en cierto sentido, de algún modo, hay algo en la película que conecta conmigo de forma muy profunda. Aunque solo tenga una cosa en común con la protagonista, un ama de casa francesa, frígida, de clase media alta, que en cuestión de sexo alberga secretos deseos de masoquismo.
Se llama Séverine. Que en latín quiere decir «severa». Imagínate ir por la vida, durante toda tu vida, teniendo que soportar que la gente decida que no le gustas incluso antes de conocerte. Solo por haber oído tu nombre. Séverine. Severa. Estricta.
Imagínate tener que llevar la cruz de un nombre así desde que naces. Para el caso, podrían haberte llamado «Sin gracia». Sin ninguna gracia.
Y no es que el nombre no le pegue al personaje de Catherine Deneuve en la película de Buñuel. De hecho, no hay un nombre más

La Sociedad JulietteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora