con la lectura desparramada sobre el pecho. Recojo los papeles y lo tapo con una manta, para no tener que despertarlo.
He vuelto a quedarme con las ganas, y me toco, imaginando cómo me gustaría que fuera Jack, cómo me gustaría que reaccionara.
Estoy desnuda sobre la cama, boca abajo, y digo: -¿Me ves el culo en el espejo?
Él tira los papeles al suelo, se inclina hacia mí, me agarra las nalgas con las dos manos y me besa el culo.
-¿Quién necesita un espejo? -dice, reposa la cabeza sobre mi trasero, como si fuera una almohada, y me mira sonriente. Yo digo:
-¿Te gustan mis muslos? ¿Son demasiado gruesos?
Él pasea los dedos por la parte de atrás de la pierna, luego hunde la mano y me separa las piernas. Yo no me resisto.
-Me encantan tus muslos -dice-. Cuando más me gustan es cuando me rodean el cuello.
Desliza sus dedos índices entre mis piernas.
-¡Oye! -Me río con nerviosismo-. Eso me hace cosquillas. Me aparto, ruedo sobre la cama y me quedo boca arriba; finjo ponérselo difícil, pero en realidad estoy dándole más de lo que quiere.
-¿Y mis pechos? -digo. Y me los levanto para que los examine. -Siempre que te veo las tetitas, me llenan de júbilo. -Se ríe,
y se lanza sobre mí, se mete un pecho en la boca y succiona, su lengua juguetea con los pezones y deja que note el filo de sus dientes. -¿Y mi felpudo? -digo-. ¿Qué te parece?
-Me parece el pelaje más suave y sedoso del mundo - ronronea-. Ojalá pudiera ocultarme en tu vello.
Hunde los dedos en mi felpudo, mientras me explora la entrepierna con el pulgar, se desliza hacia la raja y presiona contra el coño. Me mojo con su contacto.
Hunde la cara entre mis muslos. Apoyo las piernas en sus hombros, pongo los talones en su espalda y lo tumbo sobre mí.
Tiene los dedos enredados en los rizos de mi felpudo, me presiona el monte de Venus con el pulgar, y me besa y me acaricia con los