cap... 6

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Esto es lo que siempre he querido saber, prácticamente desde el momento en que tuve mi primera relación sexual: ¿Por qué lo llaman «lefa»?
¿Qué tiene de malo «semen»? ¿Es que no es lo bastante sexy? «Lefa» suena tonto, a barato, a desechable. Suena a nombre de marca. Spam, Tampax, Alpo y Lefa.
O a un aditivo de otro producto. Porno: ahora con lefa añadida.
Si quieres saber mi opinión, «lefa» es una perversión del idioma. No puedo con ella. Llámame rancia si quieres, pero es que no suena bien. Y ya que hablamos de esto, si sientes la necesidad de eyacular,
de correrte o de soltar la leche, montada o en crema, hazlo cuando quieras, pero no en mi cara, ni cerca de ella, pero si vas a regarme con tu semen o a derramarme tu jugo, soy toda tuya.
Y prefiero mil veces «polla» a «picha». ¿Y tú? No es que sea de las que creen que el tamaño importa mucho, pero es que «picha» me recuerda a «pinchito» o a «pinchacito» y eso no me pone nada.
Presume todo lo que quieras de tu nabo, tu zanahoria o tu pepino, pero no lo desentierres. Déjalo bien metidito en los pantalones. Porque no me lo pienso comer ni de coña. Y siempre que oigo a un tío hablar de su herramienta, su manivela o su manubrio, me imagino a un grupo de mecánicos cascándosela en un baño.
No quiero una polla con nombre. Quiero un hombre con una buena polla. No tiene por qué ser grande, pero desde luego tiene que estar
dura y tiene que manejarla alguien con carnet de conducir. Porque no tiene ningún sentido dar gas si no sabes pisar el freno, cambiar de sentido o dar marcha atrás. ¿Y la palanca de cambio? Si quieres clavármela, será mejor que sepas usarla.

La Sociedad JulietteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora