Los sentimientos, eso que, hasta cierto punto, no hace humanos, los que desde adentro doblegan la voluntad más resistente, por los que una y otra vez nos guiamos solo para darnos cuenta que nos han fallado de nuevo y que aun así; sabemos que volveremos a seguir.
Cuantas veces hemos rozado el cielo viendo al máximo la gloriosa gracia de Dios y descansando en su infinito amor, y al siguiente día sentirnos miserables, pecadores y alejados de Dios.
¿Acaso no son nuestros sentimientos como un tronco en el mar llevados de aquí para allá en un incesante ir y venir?. Definitivamente no es algo de lo que podamos fiarnos
Para fortuna nuestra Dios no depende de nuestros sentimientos; aunque te sientas débil y pequeño; Dios sigue siendo Dios y su pacto y su promesa siguen igual de firmes y estables y créeme: no hay nada más seguro, Dios cumplirá la obra que está haciendo por el simple hecho de que lo prometió.
¿Dime si no sería absurdo querer construir un edificio sobre el tronco antes mencionado?; así de absurdo sería pensar que Dios trabaja su obra basándose en algo tan cambiante como nuestras emociones.
Dios no depende de tus emociones; sus promesas son siempre si y amen.