Me propuse más bien, estando entre ustedes, no saber de cosa alguna, excepto de Jesucristo, y de este crucificado.
1 Corintios 2:2 NVI
Voy a comenzar esta parte citando el inicio del libro titulado "Esclavo" escrito por Jhon McArthur:
"Soy cristiano».El joven no dijo nada más mientras se mantenía de pie anteel gobernador romano. Su vida pendía de un hilo. Sus acusadoreslo apresaron nuevamente con la esperanza de hacerlo errar oforzarlo a retractarse. Sin embargo, una vez más respondió con la mismafrase de apenas dos palabras: «Soy cristiano».Esto ocurrió a mediados del segundo siglo, durante el reinado delemperador Marco Aurelio. El cristianismo era ilegal y los creyentes portodo el Imperio Romano enfrentaban la amenaza de la prisión, la torturao la muerte. La persecución era especialmente intensa en el sur deEuropa, donde se había arrestado y llevado a juicio a Sanctus, un diáconode Viena. Al joven se le decía repetidamente que renunciara a la fe queprofesaba. No obstante, su resolución era impertérrita: «Soy cristiano».Sin importar qué le preguntaran, siempre dio la misma respuesta.De acuerdo con Eusebio, el historiador de la iglesia, Sanctus «seciñó a sí mismo [contra sus acusadores] con tal firmeza que ni siquierahabría dicho su nombre, la nación o ciudad a la que pertenecía, si tenía vínculos o era libre, sino que en lengua romana respondió a todassus preguntas: "Soy cristiano"». Cuando finalmente llegó a ser obvioque no diría nada más, fue condenado a tortura y a la muerte públicaen el anfiteatro. [...] Para Sanctus, toda su identidad, incluido su nombre, ciudadanía ystatus social, se encontraba en Jesucristo. Por ello, no pudo dar mejorrespuesta a la pregunta que se le hizo. Era cristiano y esa designacióndefinía todo sobre él."
A lo largo de los siglos, una seña distintiva de los cristianos por todo el mundo ha sido una terca adhesión al tema de Cristo y el evangelio. Aquí vemos dos claros ejemplos: a Pablo declarandole a los Corintios que no se presento con ningún otro tema sino este, y a Sanctus que demuestra que esto no era una actitud solo de Pablo en aquellos días.
En escritos anteriores no he ocultado mi profunda admiración hacia la figura de Pablo. Sin embargo, en este caso, voy a eximirlo de todos los elogios, pues la postura que el toma es la que cualquiera tomaría en su posición. Cualquiera que haya conocido a Cristo y al evangelio, el verdadero evangelio, no puede sino volverse un hombre que no vive para nada mas. Con la ayuda de Dios, tratare de tocar tres temas en esta ocasión: La excelencia de este tema, la centralidad de Cristo y su evangelio y las consecuencias de no vivir solamente en este tema.
La excelencia de este tema
Cuantos aplausos se hubiese llevado Pablo si; al disertar frente a las personas de Corinto; hubiese escogido otro tema, tal vez incluso uno de teología, que exigiera de todo el uso de sus facultades intelectuales. Sin embargo, en su mente había un tema y solo uno: Cristo y este crucificado.
Hay algunas personas que quieren hacer lucir el evangelio como algo infinitamente complejo, que esta al alcance solo de las mentes mas iluminadas. Pero no es así. La belleza del evangelio no reside en complejidad intelectual sino en su bastedad. Leonard Ravenhill decía acerca de la oración: "...es profundamente simple y simplemente profunda..." pues bien, esto también aplicaría al evangelio. No podemos retener al océano en nuestras manos, pero al menos podemos bañarnos en el y tomar así lo que necesitamos. (1 Corintios 1:18-25)
Así pues, era esa simple vastedad la que consumía la mente del apóstol. Y también la que consume nuestras mentes ahora. No porque no tengamos ningún otro tema, no porque no sepamos de ciencias o arte, de filosofías y políticas, no porque seamos ignorantes, sino porque todos los otros temas palidecen frente a este. Ningún otro tema alimenta nuestra alma, fortalece nuestro Espíritu y consume nuestra mente de este modo. Recorran la historia, ustedes que anhelan encontrar lo valioso, vayan y vean a todos los que han muerto por causa del evangelio y vean si al hacerlo había en sus mentes otra imagen que esta: Jesucristo, y este crucificado.