| 04 | Revolver

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Me quedé parada entre los dos pasillos. Un anaquel me cubría completamente y así podía ver la escena con calma.Miré a Grant ya Rivero frente al anaquel de los instrumentos de geometría, él tomaba unas escuadras mientras Rivero se reía de la escena. No pude distinguir lo que decían y entonces mi curiosidad salió a flote. Tenía dos opciones: podía pasar y preguntarle qué estaba haciendo, o regresar por el mismo pasillo y fingir que no había visto nada.

Hice lo más maduro que podía hacer una persona en esa situación.Regresé por el pasillo paralelo sin hacer ruido y me dirigí a las cajas para poder pagar rápido y evitar que Grant me viera. Sabía que esa acción era equivalente a haber escapado como niña de 10 años, pero no me importaba.

Agradecí que la cajera cobrara tan rápido,en menos de un minuto había terminado de cobrar todo. Pagué con rapidez y fui a buscar a Sebastián. Rogaba porque no se hubiera movido de lugar y así evitar encontrarme con Grant y el otro Sebastián.

Lo encontré en el mismo lugar jugando con un demo de un videojuego y suspiré aliviada. Me acerqué a él mirando alrededor esperando no tener compañía.

-Ya,vámonos-dije nerviosa. Era evidente que estaba evitando algo pero Sebastián no quitaba los ojos de la pantalla frente a él.

-Espera aún no acabó-dijo Sebas sin despegar la mirada de la televisión. Tomaba el control como si su vida dependiera de ello y recordé los días donde me había invitado a jugar con él. Siempre perdía y no entendía cómo funcionaba la coordinación de Sebastian.

-Ya-dije más nerviosa-Tengo que comprar mi mochila todavía y tenemos que hacer las compras.

-Cómprala aquí-dijo sin prestarme atención.

Estaba comenzando a desesperarme y odiaba que Sebastián no me pusiera atención. Pero, también era mi culpa por esconderle la situación. Si yo fuera honesta, estaríamos en una situación completamente distinta.

-No me gustaron-dije mientras vigilaba que no apareciera Grant.- Además me prometiste un café.

-Sebastián soltó el control y me alegré por su derrota. Me miró con las bolsas de las compras y negó con la cabeza mientras tomaba la de mi mano derecha.

-Ya perdí por tu culpa-dijo fingiendo estar molesto- Tendrás que traerme de nuevo para volver a jugar este juego.

-Más bien tu tendrías que traerme- respondí mientras caminábamos a la salida de la tienda.

Cuando salimos de la tienda di un último vistazo atrás. Ni Grant ni el otro Sebastián me habían visto,y no sabía si sentirme bien o mal por eso. Una parte de mi quería saber si esas escuadras eran para mi, o si estaba comprando escuadras para todas las chicas de primer año. Pero tendría que esperar hasta el miércoles para averiguarlo.

Sebastián y yo caminamos a una tienda de artículos deportivos y Sebastián casi me arranca el brazo cuando vio la playera de su equipo favorito de descuento. Una de las cosas que si compartíamos era nuestro amor por los deportes.

Yo era muy fanática del baseball porque era el deporte que compartía con mi papá. Sebastián era apasionado del fútbol soccer y el americano. Él me explicaba las reglas de sus deportes y yo le explicaba todo sobre el mío. Dimos vueltas por toda la tienda y cuando llegamos a la sección de mochilas me dediqué a encontrar la mochila perfecta.

No quería deshacerme de mi vieja mochila, pero en efecto ya estaba muy vieja. Tenía un pequeño hoyo en el frente que no tardaría en agrandarse. Esa mochila me había acompañado toda mi preparatoria y me daba nostalgia pensar que ya no sería mi compañera. Pero al mismo tiempo sentía que era una manera de empezar de nuevo. La mochila significaba entonces una decisión bastante difícil.

-¿Roja o negra?-pregunté a Sebastián

-Negra-contestó seguro- Combina con tu cabello.

Sebastián era el paquete completo de un mejor amigo. Sabía de moda y también de mujeres,era una extraña y perfecta combinación entre mejor amigo y mejor amiga. Amaba compartir tiempo con él y me gustaba que él también lo disfrutara.

Salimos de ahí con otras dos bolsas y decidimos que era una mejor opción posponer el café para otro día. Fuimos hasta el auto y de ahí nos dirigimos al supermercado.

Era increíble la cantidad de antojos que tenía Sebastián, por más que me esforzaba en cuidarlo para que comiera un poco más saludable él no ponía de su parte. Por cada cosa saludable Sebastián elegía dos de comida chatarra. No me molestaba, porque yo también comía lo mismo. Pero me sentía mal por no cuidar mejor de él.

Cuando terminamos de hacer todas nuestras compras regresamos al departamento. Era divertido compartir un departamento con tu mejor amigo. Sebastián era muy ocurrente y siempre me hacía reír. Además me agradaba que no dejará toda la responsabilidad de la casa en mis hombros. Mientras poníamos las cosas en su lugar comenzó a contarme sobre un nuevo libro que estaba leyendo.

Cuando terminamos, Sebastián se quedó en la sala leyendo un libro mientras escuchaba música con sus audífonos y yo me encerré en mi cuarto para poder comenzar con mi tarea.

Tomé las cosas de las bolsas y comencé a ponerlas en el pequeño escritorio para poder acomodar mi vida a través de la escuela. Tomé el primer cuaderno y transcribí todas mis anotaciones de la vieja libreta. Tenía que ser organizada o pronto iba a sufrir las consecuencias del desorden.

Mientras comenzaba con mi tarea de cálculo la voz de Grant se atravesaba entre los números que estaba tratando de acomodar. Su voz y su sonrisa se entrometían en mi tarea y por más que quería concentrarme me parecía una tarea imposible.

¿Cómo podía sentirme así por alguien que había conocido en la mañana? No era normal emocionarme por esa situación. Eso podía explicarse con mi nula experiencia en relaciones sentimentales. Sólo había salido con un chico en mi vida, y no había durado más de un mes.

No tenía intenciones de tener novio. No porque no me gustará la idea, si no porque nadie había logrado gustarme lo suficiente. Miraba las relaciones de mis amigos y compañeros y solo veía caos. Yo no quería eso.

Cuando por fin pude terminar toda mi tarea, acomodé todas mis cosas para el día siguiente. No podía volver a llegar tarde y de verdad debía hacer un esfuerzo por dar una buena impresión a mis maestros.

Mientras me acomodaba en la cama, de nuevo volvió a mí el rostro de Grant y su sonrisa contagiosa. Me odiaba por ser así, me sentía como si estuviera obsesionada. Tal vez si lo estaba, pero tenía una buena razón para creer que el sentimiento era mutuo.

Tendría que esperar hasta el miércoles para averiguarlo. 

Dieciocho  (Grant Gustin y _______)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora