Capítulo 1: Un instituto nuevo

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–Sweet amoris... si aquí es...–releyó el papel con la dirección –Bueno si parece un instituto, creí que me encontraría con una casa de citas o algo por el estilo–comentó entrando al edificio.


Como por arte de magia o tal vez inercia, sus pasos la llevaron a un pasillo, olvidando de inmediato como llegó allí, pero no tuvo tiempo de pensar, ya que frente a ella estaba una señora de lentes sonriéndole con dulzura.


–Hola Rodolfa, bienvenida al instituto Sweet Amoris. Espero que te acostumbres rápidamente a tu nuevo instituto.


Qué señora tan tierna... parece una abuelita– pensó Rodolfa sonriéndole.


–Te sugiero que vayas a ver a Nathaniel, el delegado principal, para verificar que tu formulario de inscripción está completo. Tiene que estar ahora mismo en la sala de delegados.


Papeleo... ¡que bien! ¡Lo que me faltaba! Mejor voy acabo con eso de una vez– pensó aburrida –. Si señora,enseguida voy, muchas gracias– volvió a sonreírle y se dirigió ala sala de delegados, por suerte cada salón tenía su nombre en la puerta.


–HEY, NA...NA... COMO SEA QUE TE LLAMES, ESTÁS AHÍ?– entró a los gritos revisando abajo de la mesa.


–¿Nathaniel? Aquí estoy, soy yo,¿necesitas algo?– se escuchó una voz.


Sacó la cabeza de dentro de la fotocopiadora y allí lo vio, tan guapo, con su cabello tan rubio y su rostro tan azul... el chico de sus sueños.


–¿Realmente... me estabas buscando allí dentro?– preguntó con una mano en el rostro.


–¡Te busqué toda la vida!–exclamó emocionada con los ojos brillándole.


–¿Qué...?– ahora se veía desconcertado.


–Entre el cielo... las estrellas...dentro de la fotocopiadora, con tu carita azul de pitufo...


–¿Carita... azul? ¿Quien eres?Nunca te había visto...


–¡Soy tu destino!- corrió hacia él con sus brazos abiertos saltando mesas sillas y pisando un perrito que andaba por ahí por algún motivo.


Nathaniel la esquivó hábilmente y huyó de la sala tan rápido que fue como si hubiera desaparecido.


Ella salió tras él pero el pasillo estaba desierto –¡Qué rápido es...! ¿Y ahora qué hago con esto?– miró los papeles –No se me antoja estar cargando formularios todo el día... los dejaré en la sala y diré que se los di al delegado ese... divino, hermoso, cosita preciosa...- hablaba sola.


Al entrar a la sala nuevamente –¡Ahhh!¡¿De donde saliste?!– le preguntó a Nathaniel que estaba allí de pie como si nada hubiera pasado.

CDM: Cada día es maloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora