Capítulo 14: Peleas y más peleas.

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Los minutos pasaban... y ella no regresaba, no hacía más de media hora que ese tipo se la llevó, pero para habían parecido horas. Sin embargo, jamás daría el brazo a torcer, y mucho menos frente al idiota ese.

Leigh le susurraba algo a Rosalya que ella claramente no estaba interesada en escuchar. Amber le hablaba sin parar, la veía hacer gestos y ademanes, normalmente no estaba interesado en lo que tenía para decir, menos aún en estos momentos cuando su mente estaba en otro lugar. Lysandro caminaba alrededor de la fogata con unas ramitas con hojas haciendo alguna especie de ritual santificador al cual tampoco le prestó mucha atención.

Nathaniel parecía estarlo disfrutando, cada vez que sus miradas se cruzaban el rubio hacía un gesto indicando el lugar por donde ella se había ido, su expresión de auto-suficiencia era exasperante. Lo sabía, ir tras ella era darle la razón a ese estúpido, jamás haría eso, él jamás seguiría una indicación de ese estúpido, no importaba que tanto hubiera en juego.

–Ya pasaron cuarenta minutos– comentó Nathaniel mirando su reloj, sólo él podía levar uno a la playa.

–Si tienes tanto interés ve tú– gruñó Castiel mirando el fuego fijamente.

–Tengo una mejor idea, ¡volvamos sin ella! Si desaparece para siempre todos saldremos ganando– sugirió Amber ganándose una mirada no muy amigable de su hermano, pero que parecía una dulce caricia comparada a la que Castiel le dedicó.

–No digas eso Amber, tal vez no es nuestra mejor amiga, pero no podemos desearle mal– la regañó Nathaniel.

En ese momento escucharon una explosión detrás de ellos, seguida de un grito de guerra que los paralizó por unos instantes. Cuando se recuperaron de la impresión observaron el origen de la explosión, la arena comenzaba a asentarse nuevamente y una figura podía vislumbrarse.

Ken emergió del hoyo en la arena, el viento movía su cabello de manera dramática, sus músculos se veían tensionados, apretaba sus puños con fuerza, y su rostro se veía muy duro, como si estuviera apretando sus dientes. Su mirada feroz estaba clavada en una dirección, dirección hacia la que se dirigió sin dudarlo un instante.

–Rodolfa... yo te salvaré...– murmuraba mientras caminaba por la playa buscándola –No dejaré que nadie te toque...

Caminó unos minutos, desesperándose más a cada instante ya que ella no estaba por ningún lado. Finalmente al llegar a una parte de la playa que estaba desierta distinguió algo a varios metros de donde estaba. Corrió temiendo algo muy malo, pero lo que encontró era mucho peor que cualquiera de las escenas que su cerebro había recreado.

Ella estaba acostada en la arena, desmayada, y ese maldito sobre ella, acercando su rostro a los inocentes labios de su doncella, a punto de besarla.

–¡¡¡ALÉJATE DE ELLA O TE MATARÉ!!!– le gritó fuera de si, avanzando hasta ellos a tal velocidad que Dake no tuvo oportunidad de reaccionar hasta que encontró a si mismo volando por los aires, acabó cayendo de espaldas a un par de metros de Rodolfa.

–Oye... no es lo que piensas...– se excusó levantándose.

–¡¡¡¿¿¿ENTONCES QUÉ ES???!!! ¡¿QUÉ LE HICISTE, POR QUÉ ESTÁ INCONSCIENTE?! ¡EXPLÍCALO EN ESTE INSTANTE!

–¡No le hice nada! ¡Ella simplemente se desmayó!

–¡IBAS A BESARLA! ¡YO TE VI!

–Para despertarla... como en los cuentos de princesas... ya sabes, el beso de un príncipe...

–¿Como en los cuentos?– preguntó Kentin desconcertado –Pero esos solo son cuentos, y tú no eres un príncipe.

–¡No solo son cuentos! ¡Son moralejas de vida!– aseguró Dake enfadándose –¡Y soy lo más parecido a un príncipe que podrías encontrar aquí!

CDM: Cada día es maloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora