Capítulo 4: El ataque de la pestilencia andante.

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―Padres...― murmuró, casi con un dejo de emoción en la voz ―Todos iguales...

Arrugó la carta y la metió en su bolsillo, caminó arrastrando la pierna izquierda que había quedado muy maltratada y se arrastró por encima de los alambres de púas de la entrada ignorando el daño extra que le causaban a su ya maltratado cuerpo.

―Maldita lluvia...― murmuró molesta caminando por las oscuras calles en esa madrugada tormentosa.

Se dirigió a un puente que quedaba a aproximadamente un kilómetro de su casa, allí había un grupo de mendigos refugiándose de la lluvia que para esos momentos era torrencial.

―¡Un pollo asado!― gritó señalando hacia un lugar al azar.

Cuando esa pobre gente hambrienta miró hacia allí esperanzada, Rodolfa tomó unos cartones que usaban para conservar el calor y huyó con ellos. Corrió lo más rápido que sus heridas le permitían hasta el alero de una casa y allí se acostó cubriéndose con los cartones.

Esa mañana el cielo estaba despejado, Rodolfa fue despertada por un molesto resplandor en su rostro. Se levantó y escondió los cartones detrás de unos arbustos.

―Me pregunto si las flores seguirán en la sala de delegados― murmuró dirigiéndose hacia el Sweet Amoris.

―¡Jajajaja!― resonó detrás de ella cuando llegó al instituto ―¿Esa es la nueva moda en el chiquero de tu abuela?

―¡Hola!― la saludó alegremente –¡A ti también se te ve bien esa blusa color caca!

―¿Q...qué dijiste?!― le saltó una vena en la frente a Amber.

―Es la misma que usabas el día que llegué a la escuela, ¿no? Y el siguiente... y el otro...

―¡¿Qué estás insinuando?! ¡Para tu información tengo 30 blusas iguales una para cada día del mes! ¡Yo jamás repito una prenda en el mes!

―¿Treinta blusa iguales? Y luego a mi me hacen tomar estas pastillitas...― comentó sacando su frasquito de anti-psicóticos.

―Una bruta como tú jamás entendería de moda, Coco Chanel, Christian Dior, René Lacoste, tú ni siquiera sabes quienes son― aseguró burlonamente.

―René es la rana de los Muppets... ¡oye y tú eres igualita a Piggy! ¡Buscaré una hoja para que me firmes tu autógrafo!―le dijo metiéndose al salón dejándola con su rabieta.

―¡¿Cómo te atreves?! ¡Te haré pagar por...!― se escuchó antes de que Rodolfa cerrara la puerta con un sonoro portazo.

―¡¿No se dan cuenta de que la lluvia de anoche me dejó de mal humor?!― exclamó bufando molesta.

―¡AHH UN ZOMBIE!― gritó un chico.

Ella miró hacia atrás pero solo estaba la puerta.

―¿Dónde?― le preguntó al chico de cabello blanco, y ropa victoriana.

Lysandro la señalaba caminando hacia atrás asustado, hasta que sus piernas chocaron con la pared que estaba detrás de él, con tan mala suerte que la ventana estaba abierta y cayó al vacío.

―Otro loquito― murmuró sentándose en uno de los pupitres y se quedó observando el salón vacío –Debería estar creando genéticamente a Paco...

Pero no se movió de ese lugar por largo rato, el tiempo parecía haberse detenido, hasta que la puerta del salón se abrió.

―¡Por dios!― exclamó Nathaniel reprimiendo un grito de miedo al verla, ya que parecía salida de una película de terror –Rodolfa... ¿Qué te pasó?

CDM: Cada día es maloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora