Capítulo 8: Jugando a las escondidas.

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Espesas nubes grises habían cubierto el cielo, amenazando con descargarse en cualquier momento.

‒¿Cuál es el plan?‒ le preguntó Castiel después de un largo y silencioso camino a casa mientras abría la puerta de entrada.

‒¿El plan?‒ lo miró ella.

‒Así es, ¿qué harás? Tus padres no están así que no puedes aspirar a otra escuela, ¿qué harás ahora?

‒Pues... lo de siempre‒ respondió mirándolo con intriga, sin comprender a que se refería.

‒¡Eres imposible!‒ exclamó metiéndose a su cuarto y dando un portazo.

¿Cómo era posible? Él estaba más preocupado por su situación que ella. Sólo era una tonta que no pensaba, esa era la única explicación, esperaría a que sus padres regresaran de sus vacaciones y ya no tendría que volver a verla. Incluso consideró la idea de mudarse luego de que eso sucediera, para que no pudiera encontrarlo.

Mientras tanto Rodolfa leía una vez más la carta de expulsión para sus padres. Tomó su celular y le marcó a su madre.

‒El número con el que intenta comunicarse ha sido cancelado‒ escuchó la vocesita pre-grabada al otro lado de la línea.

Cortó la llamada y telefoneó al celular de su padre esta vez –El número al que desea comunicarse ha sido...‒ cortó y ahora llamó al número de su trabajo.

‒"Atrápelos y nosotros los matamos" compañía de exterminio de insectos‒ escuchó la voz de la telefonista –, ¿en qué podemos ayudarle?

‒Soy Rodol...‒ comenzó a decir pero la chica la interrumpió.

‒¡Por favor niña! ¡Te he dicho las 30 veces que llamaste que tu padre ya no trabaja aquí!

‒¿Quién es?‒ escuchó la voz de un hombre al otro lado de la línea.

‒¡La loquita esa! ¡La hija de William que no deja de llamar!

‒Ya cuélgale‒ sugirió el hombre.

La chica obedeció y Rodolfa se quedó escuchando la señal de ocupado. Unos segundos después colgó y miró hacia la ventana, donde la lluvia golpeteaba el cristal.

‒Tonta lluvia...

Castiel salió de su habitación rato después ya más calmado.

‒¿Qué haces?‒ le preguntó viéndola con una hoja en lamentable estado en sus manos.

‒Busco información‒ dijo ella mirando la hoja a la luz como intentando ver algo a través de ella.

‒¿Qué es esa cosa?‒ le preguntó sentándose a su lado y quitándole la hoja rota achicharrada y con la tinta bastante corrida, de las manos –¿Cuadratura del círculo? ¿Qué es esto?‒ le preguntó leyendo lo poco que se entendía –¿De donde lo sacaste?

‒La encontré.

‒No deberías estar recogiendo las cosas de la calle, ¿es que tus padres no te enseñaron nada?‒ le preguntó devolviéndosela –Cada día estás más loca.

Ella continuó un rato revisando por todos lados el único nexo que conservaba de sus padres, hasta convencerse de que no encontraría su actual dirección ni ningún mensaje en clave que diera alguna pista acerca de su paradero, para así poder entregarles la carta de la directora.

Así que abandonando esa tarea inútil fue a la cocina a ver que hacía Castiel, lo encontró cociendo unas salchichas sin demasiado chiste y luchando la batalla de su vida contra el aceite que no dejaba de saltar mientras intentaba freír unos huevos.

CDM: Cada día es maloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora