Capítulo 10: Los padres son unos tontos.

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Caminaba rumbo a su casa, colgado al hombro llevaba un bolso repleto de ropa que Leigh escogió para ella, juraría que Lysandro había echado unos polvos dentro y rezado una oración. En su mano iba Paco que se veía feliz de regresar con su mamá.

–¿Feliz? Esta cosa no puede verse feliz... no tiene expresión... ¡estoy enloqueciendo!– pensó negando con la cabeza.

Al llegar a casa de Rodolfa la llamó un rato desde afuera ya que esos alambres de púas en la entrada no le permitían pasar, pero finalmente se dispuso a analizar la situación.

–Alguna forma de entrar tiene que haber, ¡esa estúpida sorda! ¡Si me rompo el pantalón por esto me las va a pagar!– farfullaba solo, levantando la pierna para pasar por encima de los alambres que estaban a la altura de su cintura.

De alguna forma haciendo uso de su agilidad saltó los alambres, sin rasguño alguno. Observó el jardín con marcas de explosiones, pero lo ignoró, era la casa de Rodolfa, ¿qué otra cosa podía esperar? La cerca de tres metros de alto que rodeaba la casa era un obstáculo más difícil de enfrentar, pero no pensaba dejarse amedrentar tan fácilmente.

–Tendrás que quedarte aquí– le dijo a Paco dejándolo en el suelo.

Ya con sus manos libres se dispuso a trepar, a escasos centímetros de tocar la reja un rayo de cordura atravesó su cerebro, era Rodolfa, ella no le dejaría las cosas tan fáciles. Así que tomó una ramita y la arrojó contra la cerca. Pudo ver numerosas chispas que calcinaron la rama.

–¡Rayos!– exclamó con los ojos desorbitados –¡Casi me muero!– recapacitó alejándose de la cerca lentamente –¡¡¡HEY RODOLFA ESTÁS COMPLETAMENTE LOCA!!! ¡NO VUELVO A HACERTE UN FAVOR!– gritó hacia el interior de la casa, tomó a Paco y salió rápido de ahí saltando los alambres de púas marchándose furioso a casa de Lysandro.

–¡Hola!– apareció ella de la nada detrás de Castiel y Lysandro asustándolos como siempre.

–¡¿Cuántas veces debo decirte que no hagas eso?!

–Mmm... pues... yo creo que...– murmuró pensativa mientras Lysandro que en algún momento desapareció, regresaba con la manguera del club de jardinería y literalmente la bañaba en agua, según él, bendita –¡Atchú!– estornudó ya empapada.

–Ya déjalo Lysandro, si no le sacaste el demonio quemándola menos lo harás engripándola– le dijo Castiel poniéndole la mano en el hombro.

–Tal vez sea un demonio resistente al fuego, en ese caso el agua la dañaría– dijo el chico de cabello blanco, claramente influenciado por una película de Pokemon que miraron la noche anterior –. Está bien...– aceptó finalmente cuando Castiel le dedicó una mirada cansada, dejando de mojarla y yendo a devolver la manguera.

–Ayer esperé a Paco pero no lo llevaste– dijo ella escurriéndose el cabello.

–¿Lo esperaste? ¡No me hagas reír! ¡Fui y casi me mata una de tus estúpidas gracias! Por fortuna soy un tipo inteligente, mira si hubiera sido el idiota de Nathaniel, te quedas sin pitufo para siempre.

Ella pensó unos momentos sin recordar que habría hecho, pero seguro fue algo que olvidó así que no le dio importancia –Es una pena, había atrapado unas moscas frescas para darle...

–Bueno, ya lo tendrás... ¡Pero yo no volveré a llevártelo! Tendrás que ir por él– ella asintió –. Ahora sígueme, te traje algo de ropa sabiendo que te vería aquí, la dejé en mi casillero del vestidor.

Ella asintió y lo siguió –¿No regresarás a la casa?– le preguntó extrañamente ya que ella jamás demostraba interés por lo que él hiciera.

CDM: Cada día es maloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora