Capítulo final: Matarlos a todos.

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–Claro que volví...– asintió suavemente, disfrutando de ese momento de alivio y felicidad –No iba a dejarte sola en ese maldito lugar.

Rodolfa miró a su alrededor –No estamos en la habitación acolchonada...– murmuró algo confundida.

–Claro que no– sonrió orgullosamente –, te saqué de ese sitio, tal como lo prometí.

Sus ojos se iluminaron, su sonrisa de hipopótamo con sobrepeso reapareció, tonta, ridícula, pero enorme y brillante como siempre, en esos momentos no recordaba haber visto algo más hermoso.

–¡Volviste por mi! ¡Me salvaste!– exclamó abrazándolo por el cuello, la había visto feliz otras veces pero nunca era tan demostrativa.

Respondió el abrazo con fuerza, tanto sufrimiento, tanto miedo, tanta desesperación finalmente tenían su recompensa... Ella estaba bien, era ella, única, auténtica y loca... Y él no podía estar más feliz.

–Claro que si, ¿crees que soy de los que olvidan sus promesas?!– preguntó haciéndose el ofendido.

–¡Si!– exclamó separándose mientras le sonreía.

No pudo evitar reír ante esa respuesta, se acercó lentamente y le besó la mejilla –Tonta, te extrañé...– se separó y al verla con sus ojos bien abiertos y una adorable mueca de sorpresa, estalló en carcajadas –¡Jajajaja! ¡Pareces un tomate!– señaló su rostro sonrojado.

–¿En serio?– preguntó poniendo sus manos en su cara –¿Tendré fiebre?

–¡Jajaja, no, claro que no, lo que sucede es que soy irresistible!– declaró sonriendo de lado, con su expresión más sexy... según él.

–¿No sabes resistirte?– preguntó, viéndolo confundida.

–¡No! Tú eres la que no... ¡Olvídalo!– se dio por vencido –Toma, tienes que comer– le dijo dándole unas empanadas que los chicos dejaron allí por la tarde, las cuales aceptó gustosa.

Hasta casi el amanecer charlaron de trivialidades como quien habría limpiado los retretes del instituto mientras ella no estuvo, y de cosas serias como la salud de Paco. Evitó por todos los medios hablar de Debrah o de Amber, o de cualquier cosa relacionada con ese horrible lugar en el que la tenían, sin embargo cuando finalmente se acostó, ya medio dormida, fue ella quien sacó el tema.

–Hacía frío...– murmuró mirándolo, tal vez era por el sueño o la debilidad, pero sus ojos entreabiertos le daban una expresión de tristeza que jamás le había visto.

–No volverás a ese lugar...– le dijo más seguro que nunca.

–Siempre vuelvo...

–Te prometí que te sacaría de allí, ¿no?

–Si...

–Y lo hice, creo que merezco algo de crédito, y te estoy prometiendo que no dejaré que vuelvas allí– miró sus ojos fijamente mientras lo decía, quería dejarlo bien grabado en esa dura y loca cabecita suya.

Ese brillo en su mirada regresó, pero esta vez estaba acompañado por... ¿Lágrimas?

–¿Terminó?– preguntó con su voz en un hilo –¿Ya no... volveré a ese lugar?

–No... nunca– negó viendo con atención esos ojos ennagados en lágrimas, sintiendo una presión en su pecho.

Ella se incorporó gateando hasta llegar a él y le susurró al oído –Tengo... miedo...

–¿De qué?– preguntó sintiéndose estúpido por haberse puesto nervioso de pronto, ¡sólo era Rodolfa!

–De que sólo sea un sueño...– confesó –Después de tu visita... soñé que me rescatabas... pero luego... desperté en ese lugar...– él giró sus ojos para verla sorprendido, su voz sonaba entrecortada, ella realmente estaba llorando, llorando de miedo, ¡y él ahí sin hacer nada! –No quiero volver a despertar allí...

CDM: Cada día es maloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora