Capítulo 19: Zombies cantores y revelaciones traumáticas.

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–¡Rodolfa! ¡¿Qué haces aquí?!– le preguntó con el ceño fruncido.

–¡Shh...!– lo hizo callar mirando hacia la puerta –¡Nadie puede verme!– habló bajito.

–Así que te colaste disfrazada de enfermera...– comentó.

Rodolfa asintió y él... comenzó a reír sin parar, mientras ella lo miraba confundida, y Lysandro la rociaba con agua bendita y de paso lo salpicaba un poco a él por las dudas que la influencia del demonio lo estuviera endemoniando también.

–¿De qué disfrazaste a Demonio y Paco?– le preguntó dejando de reír.

–De nada...– murmuró ella –Los dejé en la casa... ¡Pero pensaré una forma de meterlos!

–¿Por qué estás aquí?

–Porque... tienes que recibir atención profesional pero... ¡no está bien que estés solo todo el día!

–¿Qué harás cuando venga una enfermera de verdad? ¿O el doctor?– preguntó intentando ser razonable.

–¡Me esconderé! ¡Bajo la cama! ¡Dentro del baño! ¡O, saldré por la ventana! ¡Pero no dejaré que me vean!

–¿Por la ventana? ¿En qué piso estamos?

–El quinto– informó Lysandro sacudiendo al botellita sobre al cabeza de Rodolfa para que salieran las últimas gotas.

–¡La ventana no!– le advirtió viéndola seriamente.

–Pero...

–¡Nada de peros! ¡No te acerques a esa ventana o te vas!

–Está bien– asintió.

En ese momento alguien giró el pestillo de la puerta para entrar, Rodolfa sin pensarlo un segundo se lanzó por la ventana.

–¡No!– gritó Castiel en el momento en que el doctor entraba.

–¿Qué sucede joven? ¿Algún problema?– preguntó el doctor acercándose.

Castiel distinguió los deditos de ella sosteniéndose del marco inferior de la ventana –¡Maldita loca suicida, me va a matar de un infarto!– pensó sin prestarle atención al hombre.

El doctor miró en la misma dirección que Castiel pero Lysandro se paró frente a la ventana –Buenos días doctor, nos alegra tenerlo aquí tan temprano– lo saludó con su sonrisa tranquila.

–¡Perfecto! ¡Este teléfono es perfecto!– caminaba Amber por las calles del centro de la ciudad apreciando su nuevo celular.

–Espero que esto funcione...– murmuraba Ken mirando los cebollas y ajos en su bolsa del supermercado –Mañana tendré que ventilar la habitación...

Ambos chocaron de frente, Ken perdió el equilibrio cayendo sobre ella, la aferró contra su pecho con un brazo, mientras ponía el otro en el suelo evitando así que se golpeara.

Se levantó lentamente sin dejar de abrazarla –Lo siento mucho, ¿se hizo daño?– la miró –¡¿Amber?!

–¡¿Tú?!– lo miró alejándose bruscamente –¡Mi celular!– gritó levantando los pedazos del aparato de la acera –¡¿Qué tienes en contra de mis cosas, idiota?!

–¡¿Yo?! ¡Te recuerdo que eres tú quien tropezó conmigo!

–¡¿Si es así por qué te disculpaste?!

–¡Porque no sabía que eras tú!

–¡Pues me da igual! ¡Rompiste mi celular, ahora me lo pagas!

CDM: Cada día es maloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora