Capítulo 27: Sweet Madness.

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Levantó la vista una vez más, sus padres, fingiendo preocupación, detestaba que llamaran la atención en público, volvió a fijar su mirada en el suelo. El llanto fingido de su madre taladraba sus oídos, las lamentaciones de su padre no hacían menos que ofenderle. No estaban felices por lo que sucedió con Amber, era lógico pero, ¿tenían que ser tan escandalosos?

Normalmente no le molestaba ver a alguien llorar o lamentarse, entendía que la gente demostrara sus sentimientos, pero cuando estos existían, llorar por una hija a la cual en cuanto pudieran le dejarían encargada a su otro hijo le hacía hervir la sangre. Y él, quien cuidaba de ella desde hacía años, quien estaba más preocupado, quien sentía más deseos de hacer pedacitos a quien fuera que le hizo eso, permanecía en silencio en un rincón.

–Familiares de Amber Genoveva... Cornelia... Teresa... ¿Ramirez?– preguntó el doctor que entró a la sala de espera, con algo de vergüenza ajena.

–¡Yo!– exclamó su padre corriendo hasta el hombre apartando de su camino a otros familiares, pacientes y alguna enfermera como si estuviera en una cancha de rugby.

–¡¿Cómo está mi hija?!– preguntó la mujer llegando hasta el doctor después de su marido.

Nathaniel observaba con atención desde su lugar, sintiendo como sus manos temblaban por los nervios.

–Estable, acaba de despertar, tiene varios huesos rotos y algunas hemorragias internas, por lo que pasará unas semanas hospitalizada, pero a pesar de todo no corre peligro– informó.

Nathaniel volvió a respirar, sus padres comenzaron a festejar abrazándose y llorando de felicidad, mientras todos allí veían con admiración la preocupación de esos ejemplares padres por su pequeña.

–Dejaremos que la familia directa entre a verla unos momentos, pero después de eso sólo podrá quedarse una persona como acompañante, los demás podrán venir en los horarios de visita.

Ambos padres observaron a Nathaniel a la vez, él resopló, aunque debía admitir que no dejaría que el bruto de su padre o la despistada de su madre la cuidaran. Cuando entraron a la sala, el teatro se repitió, ambos se abalanzaron sobre una maltrecha Amber, la cual se veía muy adolorida y confundida, y a duras penas podía responderles, él se quedó a una distancia prudencial, ya tendría tiempo de hablarle y estar con ella, mucho tiempo de hecho.

–¡Ya tenemos que irnos, cariño!– dijo su madre mirando el reloj luego de unos minutos.

–¡Si, ya está por empezar el partido!– recordó el hombre –Hasta pronto mi niña, ¡cualquier cosa que necesites pídesela a tu hermano!

–Si amor– asintió la mujer –. Nathy querido, dile algo a tu hermanita, va a pensar que no la quieres.

–Ella ya sabe– dijo él sin moverse.

–¡Hazle caso a tu madre o tu hermana tendrá que compartir esa cama de hospital contigo!– lo amenazó el hombre comenzando a desprenderse el cinturón.

–¡Si papá!– exclamó él corriendo hasta la cama.

–¡Que lindos se ven!– comentó la mujer, viéndolos con ternura.

–Si si, vamos que me pierdo los comentarios del relator– dijo él llevándose a su mujer de arrastro –. Cuida bien a tu hermana.

Una vez que salieron, se sentó con cuidado en la cama tomando con suavidad la mano de Amber y jugando con sus dedos sin atreverse a verla a los ojos.

–P-pue-des... irte... tam-bién...– dijo ella con expresión de dolor, por más analgésicos que le pasaran, el dolor seguía allí.

–Sabes que no lo haré...– respondió él mordiéndose el labio inferior –Yo... Lo siento Amber...– ella lo miró sin entender –No debí dejar que te pasara eso... Debí acompañarte, esas calles son muy peligrosas, ¡soy tu hermano mayor! ¡Debo protegerte de estas cosas!

CDM: Cada día es maloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora