Capítulo 21: Tenemos que hablar.

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–No me hagas esto Debrah... ¡por favor!– le suplicó consternado.

–Escúchame bien... podría vivir en cualquier parte, si decidí quedarme en esta pequeña ciudad es por ti, así que si mi dedicación a nuestra relación es completa espero que la tuya también.

–¡Pero esto no tiene nada que ver con nosotros!

–Estoy haciendo muchos sacrificios, renunciando a muchas cosas por estar contigo... y tú, ¿no puedes hacer siquiera uno por mi?

–¡No se trata de eso, no es por mi...! ¡Ella no tiene familia, no tiene casa... no puedo decirle que se vaya si no tiene a donde ir!

–¡Entonces resuélvelo... que viva con alguien más y listo! ¡¿Porqué tiene que ser contigo?!

–No...– negó cansadamente –No creo que nadie confiable la acepte en su casa...

–Por lo visto no tienes intenciones de mover un dedo... pero está bien– se alejó bruscamente de él –. ¡Ya entendí quien es más importante para ti!– declaró dándole la espalda y comenzando a caminar.

Él la observó alejarse con esa horrible sensación en el pecho, la misma que sintió aquella vez que ella le habló sobre el contrato de solista, sólo había una diferencia, esta vez si podía hacer algo por detenerla.

–¡Espera!– exclamó apretando los puños por lo que estaba a punto de hacer.

–¡¿Qué sucede?!– se detuvo ella y lo miró –¡¿Planeas dejarme aún más claro que la prefieres a ella?!

–No...– murmuró –Hablaré con ella... le pediré que se vaya– accedió sabiendo que estaba mal pero, ¿qué otra cosa podía hacer?

–¡¿En serio?!– exclamó Debrah regresando con él y abrazándolo –¡Ese es mi gatito! ¡Te daré una recompensa!– lo besó, abrazándolo por el cuello.

Él se dejó besar... nunca un beso de ella le supo tan amargo.

–Al parecer se fracturó el codo en varios pedazos– dijo la enfermera revisando a Rodolfa –Habrá que enyesarla, pero no tengo los materiales aquí, por favor llévenla a un hospital.

–¡Claro que si!– asintió Ken asustado, viendo a su amada con preocupación, hacía quince minutos que estaban allí y no había intentado golpearlo ni una vez, sin duda no estaba nada bien –Vamos Rodolfa, en unos minutos estaremos en el hospital y te atenderán– le dijo cargándola.

–¡No! ¡Hospital no! ¡Estoy bien! ¡Los huesos sueldan solos!– empezó a patalear.

–¿Piensas salir así?– le preguntó Alexy.

–¿Qué? ¿Así como?– lo miró Kentin.

Alexy le mostró su ropa la cual había recogido de una de las gradas del gimnasio antes de seguirlo hasta ahí –Te recomendaría que te cubrieras un poco, podrías llamar la atención de algún pervertido por la calle– le dijo sonriendo divertido.

–No me había dado cuenta con todo esto– murmuró dejando a Rodolfa y tomando su ropa para vestirse.

Cuando acabó de ponerse su remera y la camisa buscó a Rodolfa debajo de la camilla donde había aprovechado para esconderse mientras él se vestía, y salió de la enfermería caminando rápido.

–¡No! ¡No quiero ir!– gritaba ella siendo completamente ignorada.

–¿Vendrás?– le preguntó a Alexy quien había salido con él.

–¡Claro! No estaré tranquilo hasta saber que está bien, además debo cuidarte de los pervertidos– bromeó.

–¡Ahhh, suéltame!– seguía gritando, intentando golpearlo pero el dolor la debilitaba y apenas eran unos puñetazos de bebé.

CDM: Cada día es maloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora