Capítulo VIII. ¿Y después qué?

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Tengo ganas de ti
Por todo lo que he imaginado, soñado, deseado.
Tengo ganas de ti.
Por lo que sé y aún más por lo que no sé.
Tengo ganas de ti.
Por ese beso que aún no te he dado.
Tengo ganas de ti.
Por el amor que nunca he hecho.
Tengo ganas de ti aunque nunca te he probado.
Tengo ganas de ti, de ti entero.
De tus errores, de tus éxitos, de tus equivocaciones, de tus dolores, de tus simples incertidumbres, de los pensamientos que has tenido y de los que espero que hayas olvidado, de los pensamientos que aún no tienes.

Tengo ganas de ti.
Tengo tantas ganas de ti que nada me basta.
Tengo ganas de ti y no sé ni siquiera por qué...
TENGO GANAS DE TI.
Federico Moccia.

Anne:

Mierda ¿Qué es esto? La sensación es insoportablemente horrorosa. Salgo corriendo de la cama hacia el baño. Me inclino en el retrete y comienzo a vomitar todo lo que tengo adentro.

Maldita resaca, pienso.

La acidez es espantosa, mi cuerpo se estremece de forma involuntaria producto de lo que acaba de ocurrir. Odio vomitar, es lo peor que te puede pasar en el mundo pero después de la cantidad de alcohol que ingerí anoche lo más lógico es que escapara por algún lugar de mi cuerpo y el muy idiota no escogió precisamente a mi vejiga ¡No! Se alojó en mi estómago y ahora estoy sufriendo las consecuencias de mis excesos.

Me mantengo por unos minutos sentada en el piso del baño abrazando al retrete como si fuera mi mejor amigo. Sufro un par de arcadas más y luego de unos minutos en los que no me queda nada, en lo absoluto, procedo a levantarme.

Suelto la cadena un par de veces y dejo correr con total libertad el agua. Restriego mis ojos con fuerza y observo el espejo del baño. Abro los ojos perpleja, mi reflejo deja mucho que desear. Tengo todo el maquillaje corrido, unas leves ojeras surcan mis ojos y no sé si es por la máscara de pestaña o por el trasnocho. Mi clineja está suelta ¿Y en qué momento me desaté esto? Me pregunto.

Bajo mi vista y me percato que no llevo puesto el vestido, solo las medias panties y mi conjunto de ropa interior. Dios mío... Qué se supone pasó anoche.

Vuelvo a fijar mi vista en el espejo y procedo a enjuagar mi boca, me lavo la cara con agua y algún jabón líquido que he conseguido en el lavamanos. Tomo la pequeña toalla de manos que está a la derecha y me seco el rostro, suspiro profundo. Me quedo estática buscando en mi mente las piezas que mejor hagan encajar todo este rompecabezas y solo viene algo a mi mente...

Las manos y los labios de Dom probando mi boca y algunos centímetros de piel. Comienzo a negar con frenesí y al hacerlo un dolor punzante me taladra la cabeza.

―No, no y no. Esto no puede ser ―digo en voz alta.

Justo cuando voy a dejar la toalla en el porta toalla de plata que decora el baño de la habitación de soltera de mamá veo como abren la puerta sin siquiera pedir permiso.

―Buena fiesta ¿Cierto?

La cara de mamá es de total inexpresión, no sé si está molesta o por el contrario está ¿Tranquila?. No le digo nada solo espero a que ella continue con el diálogo. Me preparo mentalmente porque lo más seguro es que sea un sermón de esos que ella siempre me da en la casa cada día siguiente a una gala.

―¿Cómo te sientes hija?

―Mal mamá ―respondo casi en un susurro.

Mami se encoge de hombros. Quizás entiende mi malestar. No es que mamá tome alcohol en exceso, sin embargo más de una vez la he visto sufrir los embates de lo que ella llama una "Buena fiesta".

Tú, Sabes Bien ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora