Capítulo XIII. Descubriéndo cosas.

12.5K 940 81
                                    

"Te daría un café con Borges y un cigarro de Cortázar.
Te daría a Lorca en jarrón de rosas.
Una almohada de Sabines y cobijas de Benedetti.
Una ventana de Márquez y la luna de Neruda.
Te daría lluvia de Becquer y viento de Darío.
Te daría pasión de Frida, caricias de Mistral y suspiros de Storni.
Un papel de Llosa y luz de Fuentes.
Te daría una pluma con tu propia tinta y besos de mi propia boca.
Te daría nuestra risa al compás de nuestra música.
Y nuestro amor...
Te daría nuestro amor envuelto en tiempo."

Anónimo.

Anne:

No puedo negar que anoche tuve una velada mágica, única y muy diferente a las noches en las que cumplí años en tiempos atrás, o años anteriores, en donde lo más probable era que terminara con Sann sentada aquí en mi habitación, tomando algo de licor y burlándonos de todas las fotos que tomamos durante el día producto de la fiesta que mis padres realizaban por cada cumpleaños y de la cual me negué este año y que cambié por un viaje a Estados Unidos. Viaje que le falta poco por cumplirse.

Dom me hizo reír hasta el cansancio y más cuando ya ―muy entrada la madrugada― habíamos tomado unas dos botellas de vino que él se empeñó en reponer después ―cosa que no acepté―.

Luego de haberlo besado con algo de desenfreno y, de sentir que ciertas partes de su cuerpo comenzaban a reaccionar ―aumentando de tamaño―, decidí que lo mejor era bajarme de su regazo. Él me mantuvo presa de sus brazos por varios minutos, minutos que no puedo negar fueron muy tentadores.

Dom mientras besaba, soplaba y daba pequeños y suaves mordiscos a mi cuello ―o peor aún― al montículo de mis senos, él jugaba y apretaba mis nalgas así como mis piernas.

No soy tonta, un poco presumida tal vez, lo cierto es que él quiere conseguir ―de mi cuerpo― aquello que yo le he negado a más de uno de los miembros de la élite.

La virginidad no es algo tan preciado ―como muchos creen― dentro de la sociedad a la cual pertenezco. He visto ―y Sann también― cosas asombrosas en las galas. Esas reuniones donde nos unimos muchos jóvenes, donde el alcohol está presente a borbotones y como si se fuera a extinguir del planeta tierra, es la causante ―o mejor dicho― la responsable de un sin fin de locuras en la cual son partícipes hombres y mujeres, en resumidas cuentas he visto a miembros de la élite ―en especial mujeres― perder su virginidad y tener sexo con personas que no son precisamente sus parejas, sus agapis.

Parece que el alcohol, la adrenalina, los cuerpos sudorosos, la música elevada ―algunas veces muy sensual―, ciertas prohibiciones, son el detonante de noches altamente cargadas de adrenalina, mucha testosterona y endorfinas. Eso solo se puede resumir a sexo loco y desbocado, cosa de la cual paso.

Por tal motivo Sann y yo decidimos, llegamos a un acuerdo, nos fijamos una meta o qué coño sé yo, en fin tomamos la decisión de que ―nuestra primera vez― no estaría rodeada de esas circunstancias y que sería algo que haremos porque quisimos, conscientes, con quien escojamos ―no al revés― y que por lo menos haya algún sentimiento de por medio ―no digo amor―, sería genial si hubiese amor, pero aunque sea debe haber cierto afecto, cariño, algo más que atracción y sex-appeal, no sé algo tiene que haber, lo cierto es que no pienso entregarle mi virginidad a ningún idiota que me diga dos palabras bonitas y crea que soy tan fácil de convencer que un niño de cinco años.

Y ni que hablar de los que te piden "una prueba de amor", esos quedan totalmente descartados de mi vista. Qué cosa más estúpida el que un hombre haga eso y más estúpida en la mujer que cae en semejante chantaje ―claro está― esa es mi visión.

Tú, Sabes Bien ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora