Capítulo VII. Estilo Victoriano... Adelanto

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"Y lo escogí a usted, sí a usted, porque me di cuenta que encontró mi punto débil,
Y fue el único que descubrió la forma de calmar esta alma indomable.
Lo escogí porque me di cuenta que valía la pena, valía los riesgos... valía la vida..."

Anónimo.

Anne:

Después de dos semanas y media de preparativos y aceptando todas y cada unas de las sugerencias de mi prima, mis hermanos, mis padres y yo, llegamos a la conclusión de que el tema que escogió Sann era bastante llamativo.

Sann sugirió que se hiciera una fiesta al mejor estilo Victoriano. En un principio mamá no lo vio muy lógico, hay que comprar trajes largos, zapatos de época, máscaras, ya que Sann también indicó en la tarjeta digital que envió a la élite que era un requerimiento el uso de máscaras para accesar a la fiesta. Mamá le parece excéntrica la reunión, sin embargo a mi me encantó el tema y a los gemelos también, así que no hay vuelta atrás. Esta noche celebraremos una fiesta al estilo Victoriano.

Un grupo de organizadores están en la casa de mis abuelos, allí se hará la reunión. Sann también está allí, ella es una gran maestra a la hora de preparar agasajos, tiene un toque único y una imaginación altamente poderosa. Le viene a la cabeza un sin fin de decoraciones en pocos segundos, cosa admirable para mí.

Tengo la sospecha de como se verá la casa, pero todas mis dudas se despejarán al momento de entrar a la imponente mansión de mis abuelos y corroborar que Sann, una vez más, ha creado una fiesta para los jóvenes de la élite digna de admirar.

Subo a mi habitación llevando a cuestas la funda que protege el vestido color negro y vino que mamá me ayudó a elegir para este evento.

Es bastante pesado, pienso. Gracias a dios que el frío está insoportable, como siempre, ya que el traje es de manga tres cuartos, posee un armazón en la parte interna que permite mantener el volumen de dicho vestido ―el cual está en mi cuarto―, y sumado a ello los zapatos son botas de cuero color crema, más abajo de la rodilla, adornadas con encajes.

Creo que tanta tela me hará morir de calor, así que la máscara es de lo más sencilla, es un antifaz elaborado en un fino encaje, especial para este objeto decorativo, con seis finas cadenas de plata ―tres de cada lado― de la cual guindan unas pequeñas cuentas que asemejan unas esmeraldas.

Llego a la habitación y dejo la funda en la cama, entro a la ducha y me doy un baño largo y calmado. Tardo un buen rato en ello, me depilo las piernas, lavo mi cabello y lo peino un millón de veces, disfruto del agua cálida como por una media hora.

Salgo del baño y luego de enrollar una toalla en mi cabeza me coloco la ropa interior, es del color del vestido, negra con unos toques de vino. Pienso como diez veces si debo usar medias panties o no. Es algo que odio, pero todo va a depender de que tanto me molesten los zapatos.

Luego de pensar y pensar decido que lo mejor es enfundarme las benditas medias y ver si las soporto lo que resta de noche, de no ser así me las retiro así me toque pasar la noche descalza.

Una de las ventajas de ser una Sharman, es tener a una tía como la mía. Mi tía Ángela me enseñó a maquillarme y arreglar mi cabello. Ella posee una habilidad grandiosa para preparar la cara y el cabello cuando se necesita a la hora de festejar, y doy gracias a Dios que aprendí todo esas enseñanzas de mi tía.

Me siento en el taburete que está frente a la peinadora. Mi cabello está seco, no en su totalidad pero esa humedad que lo acompaña me servirá para aquello que tengo en mente.

Tomo mi secador de cabello y después de quitarle toda la humedad me hago una clineja ladeada, para muchas personas es algo difícil, sin embargo yo lo veo muy sencillo. Inserto en uno que otro lugar unas horquillas que poseen flores de cerámica, las mujeres que asistían a reuniones en las época Victoriana utilizaban flores y hasta frutas para decorar su cabello, cosa que ni loca haré. Con las horquillas será más que suficiente.

Me observo y sonrío, ahora debo maquillarme. Mis ojos son algo almendrados, del mismo tono que los ojos de papá, verdes. Con unas pestañas pobladas como las de mamá pero del tono de mi cabello, naranjo o rojo extraño, nunca he definido en su totalidad mi tono de cabello.

No me recargo mucho de maquillaje, no soy amante de ello. Solo uso lo necesario. Cuando estoy lista asiento y me levanto del taburete.

Estando de pie observo mi traje que está tirado en la cama y que saqué antes de meterme al baño, giro mi vista y veo el armazón, yo no pienso usar esa mierda, ni loca que esté. Esa cosa me restará movilidad, así que decido que me vestiré solo con el traje.

Por un momento y quién sabe por qué carajos Dom viene a mi cabeza. Estas dos últimas semanas he ignorado uno que otro mensaje, respondo con monosílabos y sobre todo las preguntas en las que quiere saber cómo estoy o me saluda, del resto los demás los leo y luego elimino la conversación.

No sé en qué pensar, Sann también habla con él ―ella me lo ha dicho― parece que mantiene una conversación más fluida con Dom de lo que yo he permitido. De por sí Sann me ha sugerido que salga con Xanthus, cosa que ni en otra vida pienso hacer, ese hombre parece un cuadro ambulante con tantos dibujos que posee, no es que Dom no tenga tatuajes, tiene y al parecer son muchos, pero no sé porque a él no se le ven tan excéntricos.

Mientras estoy pensando en tantas estupideces me coloco las medias panties, hablo en voz alta como si alguien escuchara lo que estoy diciendo y de igual forma me respondo. Tomo el traje y bajo el deslizador que está en la parte trasera del vestido, me lo enfundo metiendo mis piernas a través de el. Lo dejo abierto porque necesito de alguien que me ayude a cerrarlo. Tomo los zapatos y meto mis pies en cada uno de ellos, ajusto cada uno y me levanto, piso varias veces con fuerza y me doy cuenta que son bastante cómodos.

El ruido de la puerta hace que me gire, es Patrick. Siempre es lo mismo, como que olvidan que soy mujer y entran y salen de la habitación sin tocar ni decir nada.

―Mierda Reina, te ves bellísima ―Dice mi hermano sin moverse del umbral de la puerta.

―Gracias bebé ―él sonríe cuando le digo así―, tú también te ves como un bombón.

―Déjame cerrarte el vestido. ―Asiento y me giro para que él suba el deslizador, cosa que hace de inmediato―. Ya Reina, ahora vamos, es tarde y nos esperan, ya todos están listos.

Corro a la peinadora y me coloco perfume, tomo una pequeña bolsita de encaje que hace las veces de bolso diario, meto en ella mi móvil, un polvo compacto y mi labial, abro la pequeña caja que lleva la máscara y la saco. Estando de pie frente al espejo me la coloco. Observo a Patrick a través del reflejo y escucho cuando me dice:

―¿Piensas desatarte hoy? ―Frunzo el ceño― No me veas así... con esa pinta vas a atraer a más de un idiota, así que debo saber si vas a beber como siempre lo haz hecho para evitarlo nosotros dos. Debemos proteger a la Reina.

Me guiña un ojo lo cual me hace reír.

―Prometo no tomar mucho ―mi gemelo me observa gracioso―, lo juro Patrick. Tomaré poco, ya papá y mamá me lo advirtieron desde hace días. Además que la reunión es de ustedes dos, no pienso desatarme, hablo en serio.

Mi hermano asiente, camina hacia la puerta y me extiende la mano mientras sonríe. Yo rechazo su invitación y veo como recoge la mano, sin embargo enrosco mi brazo con el suyo, así que él suelta una carcajada y salimos de mi habitación para saber que nos espera en la Mansión Sharman.

Continuará...

Tú, Sabes Bien ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora