Llevaba esperando el fin de semana durante varios días, luego de que sus papas le dieran la noticia de que el fin de semana tendrían que salir dos o tres días a casa de sus tíos. Como cualquier adolescente de quince años estaba feliz, ya que tendría la casa para él solo.
Algunos chicos aprovecharían la oportunidad de estar solos en casa para organizar una fiesta con sus amigos, pero él no era esa clase de chicos, él se divertía a su manera, el prefería estar solo.
Y el fin de semana llego, compro un montón de comida chatarra, la música a todo volumen, bailes idiotas, videojuegos, televisión, disfrutaba su fin de semana. Y era el momento en que "nosotros" debíamos empezar a disfrutar también.
Cansado y con la casa echa un desorden, con restos de frituras, pizza y refresco regados por doquier, se fue a dormir. Eran las dos de la madrugada, era un horario perfecto.
Justo estaba siendo atrapado por las garras del sueño cuando creyó escuchar una voz detrás de su cabeza, muy cerca del oído, no hizo caso en ese momento, creyó que su mente le estaba jugando una broma, pero lo volvió a escuchar claramente, era una pregunta, una voz ronca que le preguntaba lentamente:
"¿Tienes miedo?".
Se levantó de inmediato, volteo hacia todos lados, su cara se llenó de pavor, abrió los ojos lo más que pudo. Luego sintió como un dedo le daba dos golpecitos en el hombro derecho para que volteara, lo hizo, no había nada, un sudor frio le recorrió el cuello, la desesperación lo invadió. Salto de su cama y trato de correr a encender la luz, pero justo cuando puso un pie fuera del colchón lo tomaron del tobillo y lo jalaron hacia atrás, cayó al suelo boca abajo, no la veía, pero sentía una mano áspera y muy delgada de tamaño anormal queriéndolo meter debajo de su cama, el chico buscaba algo de donde sostenerse para evitar ser absorbido; gritaba, estaba llorando, de algún modo él sabía que estaba solo, sabía que nadie lo podía ayudar, sintió otra mano jalándole el otro pie, se aferraba al piso de madera rasguñándolo, rezaba, chillaba, suplicaba, las manos lo liberaron, corrió hacia la puerta de su cuarto, la abrió y salió corriendo. Buscaba la salida de su casa, y cuando estaba a punto de llegar a la puerta sintió como un ser lo abrazaba por delante, no podía verlo, pero al igual que con las manos la piel de ese ser era áspera, huesuda y fría, se liberó a forcejeos, sabía que no lo dejarían salir, se encontraba atrapado, corrió en dirección contraria y mientras lo hacía sentía varias manos mas en la espalda tratándolo de detener con pequeños rasguños y jalones; seguía corriendo, el miedo lo domino por completo cuando escucho nuestras voces:
"¡Corre, llora, grita!" "¡Suplica, arrástrate, reza!" ¡Chilla, sufre, desespérate!
Nos excita el miedo, la cara de ese niño era perfecta, su miedo se reflejaba en todo su cuerpo, sentía desesperación, impotencia, no paraba de temblar. Sabiendo que no podía hacer nada y sintiendo como lo tocaban nuestras manos, se arrincono, puso las rodillas contra su pecho y las abrazó fuertemente. ¡Ya era nuestro!
Seguimos alimentándonos de su miedo hasta que no le quedo nada más, hasta que su conciencia se resguardo en su interior, quedo en estado de shock, ya no podía darnos placer, nuestro festín había terminado, estábamos satisfechos, al menos por esa noche.
Quedo en esa posición durante dos días, hasta que llegaron sus padres, lo encontraron deshecho, su mirada perdida, bastante pálido, no soportaba que nadie lo tocara, gritaba que lo dejaran en paz, que se alejaran, creyeron que se había vuelto loco y termino en un manicomio. Aun lo visitamos, y todavía es capaz de brindarnos un poco de satisfacción, lo consumiremos hasta el final, hasta que no le queden ganas de vivir.
Nos fascina el miedo, nos alimentamos de él, de la desesperación, del llanto.
Ten cuidado cuando estés solo en casa, iremos por ti. Cuando intentes dormir llegaremos, te haremos gritar, llorar y suplicar, por supuesto nadie te escuchara, pero tu si nos escucharas a nosotros, te pediremos que sigas gritando... que sigas llorando... que sigas corriendo...
Sentirás nuestro frio cuerpo rosando el tuyo, se te erizara la piel. En este momento sentimos placer solo de saber qué cara pondrás cuando te preguntemos al oído:
"¿Tienes miedo?"