"el duende"

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Se dice que es un niño que murió sin ser bautizado o un niño malo que golpeó a su madre. Es muy pequeño, lleva un sombrero grande y llora como una criatura. Tiene una mano de hierro y otra de lana, cuando se acerca a alguien le pregunta si con cuál mano desea ser golpeado. Algunos dicen que, sin importar la elección, el duende golpeará siempre con la de hierro. Otros, en cambio, aseguran que los desprevenidos eligen la de lana y que es ésta la que en realidad más duele.

Posee unos ojos muy malignos y dientes muy agudos. Suele aparecer a la hora de la siesta o en la noche en los cañadones o quebradas. Tiene predilección para con los niños de corta edad, aunque también golpea sin piedad a los mayores.

Coquena:

En las inmensas soledades de la puna, los ganados están protegidos. Un enanito misterioso, un duendecillo, que todo lo ve, es quien defiende sus vidas de las crueldades humanas. Nadie ha visto a Coquena. Es fama que tiene cara de cholo y viste casaca y pantalón de vicuña. Lleva también diminutas ojotas y ancho sombrero de suave pelo. Desde las alturas contempla sus bestias sin ser visto. Sólo se ha escuchado su silbido, que es mágico llamado. Pero es tal la seguridad de su presencia que todos le temen. Por eso no matan vicuñas ni llamas para utilizar su pelo. Prefieren cortar suavemente el vellón. Tampoco maltratan a las arrias cuando, cargadas de sal, bajan de los cerros. Se cuentan historias en que Coquena ha quitado las llamas a quien no sabía valorar ese don; y como ha premiado a los buenos pastores que, en tormentas de nieve, cuando el viento blanco amenazaba cubrirlo todo, salvan con peligro de su vida su hato de cabras en plena borrasca. Y está su persona tan ligada a los hechos que ocurren por estas regiones, que, en Salta, cuando aparece un forastero, para adquirir provisiones y, tocándose con el codo, murmuran: "Es Coquena".

El Pombero

Este duende recorre las provincias del litoral, de Chaco y Formosa. Anda por los bosques, generalmente a la hora de la siesta, en forma invisible. Es un duendecillo bueno que ayuda a quien le pide protección. Para ello adquiere la imagen de un indio o de un árbol o de lo que sea necesario, para ayudar al compañero en peligro o en apuros.

En Misiones lo corporizan en un hombre alto y delgado, que se cubre con un amplísimo sombrero de paja y que lleva una larga caña en la mano. Algo parecido al Sachajoy, el duende de Santiago del Estero, el cuidador de los árboles de los bosques y de las colmenas de miel.

En Misiones, anda a grandes trancos, cuidando los árboles y los pájaros. Cuando oye voces se esconde detrás de los árboles y allí espera para ver quiénes han penetrado en el mundo de los árboles y qué es lo que van a hacer. Si ve que se aprestan a derribar un ejemplar hace mil triquiñuelas para evitarlo: imita la voz de uno de los hombres para llamarlos a los compañeros y alejarlos; remeda los ladridos de perros en ataque... Hace cualquier cosa para impedir que se hache un árbol. Y si ve que son cazadores de aves se adelanta y les espanta las presas con silbidos, con gritos y ademanes.

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