prólogo

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La luna yacía en su punto y la noche cobijaba la ciudad, acompañada del frío aire que ondeaba mis cabellos y cortaba suave mis mejillas. Abrí lentamente los ojos. Mi cuerpo gritaba en silencio a causa del dolor incesante que emanaba de mis raspones y golpes. No me importó, y tragando difícilmente aquel dolor me levanté del frío suelo en busca de mis acompañantes.

—¡Papá!

Grité llena de angustia y preocupación. Esperaba recibir una respuesta.

—¡Mamá!

Continúe. Estaba sola y no entendía porque.

Hace un momento me encontraba con ellos pero había algo más... Bajé mi mirada y la perdí entre la tierra fria intentando recordar lo sucedido.

Su carmesí mirada cruzó por mis ojos haciéndome sobresaltar y pegar un pequeño gritillo al aire. Entonces... recordé todo. Un hombre, al parecer se trataba de un demonio. Lo recordaba pálido, su cabello era oscuro, sus orejas eran puntiagudas. Se había atravesado en nuestro camino obligando a mis padres y a Matt a pelear con él. Sonreía de oreja a oreja y desde mi distancia se podían apreciar claramente esos dientes picudos que conformaban su mandíbula. Y así fue, una batalla se llevó acabo. Recuerdo que mi madre había sido herida pero... Ya no recuerdo más. Era mi primera misión en familia y todo había sido tan repentino que estaban aterrorizada. Pronto, no soporté la tensión del momento, yo la sentía y mis padres también, estaba segura. Me desmayé.

—¡Matt!— Esta vez emití aún más desesperada.

Corrí entre las ramas y árboles en busca de ellos sabía que estaban en problemas y necesitaba ayudarlos. Aunque no supiera como, el incesante pesar en mi pecho era insoportable. Solo era una niña de 12 años. Seguía corriendo sin rumbo fijo buscando alguna señal que me indicará su paradero. Necesitaba encontrarlos pero... ¿Dónde se habían ido? Demás preguntas invadían mi mente, algunas que no quería responder por temor a que fueran ciertas. Las respuestas eran crudas, así que solo me límite a borrarlas de mi mente en algunas sacudidas.

Llegué a un pequeño espacio vacío que parecía ser el centro del bosque, pero no lo era. El bosque era demasiado grande por lo que debía de encontrarme solo en algún lado de este. Me coloqué justo en medio y agudicé mis sentidos intentando escuchar algo, lo que fuera. No escuché nada por unos minutos por lo que seguí corriendo entre el bosque. Mis piernas me dolían a causa del cansancio y jadeaba con dificultad ya que mi garganta raspaba a falta de agua.

Un grito llamó mi atención y paré rápidamente entre los árboles intentado deducir de donde venía específicamente. Corrí hacia una tanteada dirección y encontré a mi hermano Matt tirado en el suelo. Tenía sangre en su cuerpo y respiraba con dificultad. Me coloqué en cuclillas a su lado buscando la forma de ayudarlo aunque no supiese como. Aquel demonio se encontraba de pie en frente de nosotros, también estaba herido pero, parecía aún tener fuerzas para pelear a comparación de Matt.

—Maggy... Corre.—mencionó en un susurro entre cortado mientras entre esfuerzos se colocaba de pie por delante de mi.

Miré a mi alrededor y vi el cuerpo de mi madre tendido en el suelo. ¿Estaba... muerta? Mas allá, mi padre, o al menos... sus restos. Estaba en el frío suelo no muy lejos de mamá. Noté... Había descuartizado a mi padre. Mis lágrimas recorrieron mis mejillas y mojarón el duro suelo donde me encontraba. Matt levantó su arma y disparó inútilmente hacía el demonio, el cual se acercaba cada vez más en cada esquivo de bala. Ninguna le perforó y llegó hacia él. Cara a cara y en un movimiento rápido, atravesó el cuerpo de mi hermano con su mano, salpicado pequeñas gotas de sangre las cuales, y pese a la acción, habían salido disparadas. Estuve detrás de él tan cerca y atónita que mi cuerpo no respondió. Parecía una estatua. Reaccioné y comencé a exasperarme cuando sacó su mano del cadáver ya sin vida de mi hermano mayor, y este despidió sangre a chorros, hasta que finalmente cayó al suelo.

No me moví al ver el cadáver de aquel joven que hace unos años solía jugar junto conmigo y acompañarme a todo lugar. Mas allá, el de mis padres. Perdí todas las ganas de pelear. Aquel demonio se encontraba al frente mio y me miraba con una gran sonrisa, mórbida pero llena de placer. Cerré mis ojos fuertemente esperando que este hiciera su trabajo y acabara conmigo de una vez por todas, pero escuché un disparo que me hizo volver nuevamente y noté que aquel demonio veía fijo con una mirada perdida mientras de su cabeza corría un pequeño hilo de sangre que después se acompañó por uno más y más grueso.

Este se giró hacía donde los disparos provenían hecho una furia y yo, aún con el shock, vi que los cazadores del gremio salierón de entre las penumbras del bosque en mi auxilio. Aquella bestia, emitió un grito gutural, observándolos a todos y no sabiendo a quien atacar, intentó huir destendiendo sus grandes y flacas alas parecidas a las de una gárgola. Para ese entonces, fue demasiado tarde. Todos emprendieron fuego y perforarón su cuerpo con las armas. Aquel demonio cayó abatido, sin vida y pronto comenzó a volverse cenizas.

Yo en cambio, Lloraba ante la situación, no por miedo, si no por la impotencia que sentía de no haber podido hacer nada para ayudarlos. Estaban muertos. Ya era tarde y yo... Me había quedado sola en el mundo.

Desde ese momento e vivido en soledad. La firmeza de mi personalidad me han convertido en una mujer con carácter serio. Continúe con la tradición de mi familia. Intento vivir como alguien común, con ocupaciones comunes pero también soy la integrante del gremio del segundo sector de la ciudad.

Mi compañero James me acompaña a cada misión y me apoya en el ámbito de evaporar inhumanos. Siento un gran odio y repulsión hacia ellos. Me dan asco. Vivo para destrozarlos, vivo para poner fin a su existencia, ese es mi ideal.

Pero... una noche. Una noche mi vida dio un giro de 360 grados. Donde mi vida comenzó a tomar un poco de... interés. Aquella noche de caza lo vi por primera vez. Sus ojos y su piel albina sobresalían de la oscuridad del espeso bosque. Me veía fijamente y yo a él.

A partir de ese momento, y tras aquel cruce de miradas, me di cuenta de que una serie de eventos desafortunados estaban por venir.

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