1. Sus pies sintieron la tierra.

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"Este es el comienzo de como todo va a terminar
Ellos solían gritar mi nombre, ahora lo susurran
Estoy acelerando y este es el ritmo del destello rojo, naranja, amarillo lanzando chispas desde mi corazón".

Su piel tocó por primera vez la Tierra de los humanos. Su cuerpo entero apareció envuelto en un halo de luz brillante en medio de tanta oscuridad hasta llegar al suelo. Había sido enviada a aquel mundo entre tantos del infinito universo para cumplir una misión especial. Pero jamás había imaginado cómo era realmente sentir la tierra.

Abrió sus ojos lentamente. Su visión era borrosa y tuvo que parpadear varias veces para poder centrar su vista, aunque todo a su alrededor era oscuridad. Le costaba demasiado intentar adaptarse a su cuerpo humano, ya que nunca había sido más que materia sin forma flotando en la infinidad. Claramente, tener un cuerpo y ser mitad humana no se comparaba en nada a su anterior trabajo en el vasto universo, siendo un ente sin sentimientos y pensamientos propios. Ahora todo era distinto, y ella apenas comenzaba a entenderlo.

El Universo había dicho que aquel era su cuerpo verdadero: si no hubiera sido un ser sobre él, sería aquella persona humana en la Tierra. Cuando Él se lo explicó, no entendió demasiado al respecto. Los seres humanos eran un capítulo escondido en su inmensa memoria, y, además, escapaban completamente de su comprensión. Pero ahora que se encontraba allí, no podía evitar sentirse atraída por cada pequeño detalle, encontrarse asombrada por descubrir todo aquello que jamás había podido ver.

Estiró sus dedos con calma antes de poder mover en su totalidad sus manos, era un proceso lento pero seguro. Un pequeño cosquilleo recorría desde el fin de sus dedos hasta su palma, eran como pequeñas hormigas recorriendo su piel en todas direcciones. Sonrió sin darse cuenta, todavía no sabía como podía lograrlo, nunca había sonreído, los seres como ella no sonríen, ¿o sí?

Volvió a parpadear porque sus ojos se sentían secos, pero aún así no comprendía lo que significaba eso. Sólo sabía que éstos comenzaban a picar y sentía la necesidad de hacerlo para apaciguar la molestia. Inconscientemente, se imaginó a ella misma parpadeando como solían hacerlo los humanos y ciertas razas, aunque todas eran muy distintas entre sí. Jamás había visto su cuerpo —en realidad, jamás había tenido uno—, y le era difícil imaginarse sus ojos donde antes sólo había transparencia.

Llevó su mano temblorosa a su rostro, intentando detectar los distintos relieves de éste. El cosquilleo en sus dedos no le permitió sentir demasiado en su recorrido más allá de sus mejillas frías y lisas. Le parecía sumamente curioso como ahora era capaz de tocar y sentir, nunca antes había podido hacerlo, y tampoco había tenido la necesidad de usar tales palabras para describir sus acciones, pero ahora empezaban a formar parte de su repertorio. Levantó su mano en alto intentando indagar aún más sobre su cuerpo. Era una mano humana como cualquier otra, cubierta con lodo. Sus dedos se extendían largos y finalizaban con uñas cortas y parejas. Los podía curvar, podía cerrarlos en un puño completo, e incluso también podía moverlos de formas diferentes y a la par.

Sentía algo, pero no sabía que era. Claramente, todo aquello era sumamente desconocido para su vieja mente, ¿acaso el miedo se sentía así? ¿O la emoción acaso? Su cuerpo entero temblaba, desnudo contra el suelo cubierto de barro. Incluso cuando quería evitar el movimiento rápido y repentino, no podía hacer nada al respecto.

¿Los humanos iban desnudos?

No recordaba mucho sobre ellos, había tantos mundos para observar que aquella pequeña Tierra parecía insignificante a comparación de otros. Recordaba haberlos observado alguna que otra vez, pero aquello había sido décadas atrás, en alguno de sus prolongados viajes a través del extenso universo en el que todos ellos se encontraban. Tenía un —pequeño— conocimiento de a donde había llegado, el Universo jamás la hubiera dejado ir sin saber absolutamente nada. Recordaba guerras, muertes y sangre. Como así recordaba algunos pequeños momentos de paz. Sabía que ellos habían evolucionado hasta lo que eran en aquel instante, y que también, a pesar de la existencia o no de una guerra, eran capaces de herirse unos a los otros. Les faltaba mucho para aprender, y esa era la razón por la que estaba allí.

Daughter Of The Ashes. [Steve Rogers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora