17. Su mundo se vino abajo.

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Steve no era consciente de que se encontraba durmiendo en ese momento. Con suma claridad, Lea aparecía en sus sueños, tan real y cercana que provocaba una amplia sonrisa en su rostro que no tenía forma alguna de borrar. Ella reía tiernamente, se movía con energía y lo observaba como si supiera absolutamente todo de él. Y aunque él intentaba acercarse a ella para tomarla, cortar aquellos pocos centímetros que los separaban para mantenerla entre sus brazos, ella se alejaba con una pequeña risa alegre, con sus mechones castaños danzando con la suave brisa.

A pesar de la increíble cercanía que tenía con ella, por alguna razón no podía tocarla. Se sentía como si una maldición hubiera caído sobre su cuerpo, sobre sus manos mismas, que le prohibían tocar realmente a la Hija del Universo eternamente. Cuando su corazón más gritaba por mantenerse a su lado, más lejos se sentía, y no podía entender bien por qué.

Lea se detuvo poco después, sin apartar aquellos ojos únicos de los suyos. Parecía estar pensando con seriedad, como si tuviera algo dentro de su mente que era más importante que cualquier otra cosa que pudiera estar pasando a su alrededor. De un momento a otro, volvió a sonreír con calma, pero una pequeña luz se encendió dentro de la cabeza del rubio: ¿acaso aquello era un sueño? ¿O era real?

Abrió los ojos finalmente dentro de su habitación. A pesar de aquel sueño que se sentía real, y de su propio deseo, Lea no estaba allí a su lado. Estiró una mano por la cama con lentitud, sintiendo el vacío que lo acompañaba cada noche, del que no podía apartarse. Había comenzado a acostumbrarse a ello, puesto que era difícil para un héroe mantener una vida amorosa a la par que debía enfrentarse a terribles riesgos. Cerró su mano en un puño, y se propuso no pensar en ello, al menos no por el resto del día, apartando aquel pensamiento tan lejos que por un instante parecía perder sentido. 

Se sentó al borde de la cama y respiró profundo, sintiendo como su cuerpo se ponía poco a poco en movimiento otra vez. El recuerdo del día anterior regresó a su mente de forma repentina y lo obligó a sonreír. Aún no comprendía como se había atrevido a besarla, como ella le había correspondido. Todo había sido cuestión de unos segundos, en los cuales había olvidado la completa existencia de la Tierra, y de todo el Universo. Pero sabía que valió la pena, y ahora sabía que ella sentía algo similar por él.

Era un poco extraño, incluso para él mismo. Un ser que jamás había llegado a sentir algo, que se había convertido en un ser humano por pedido de un ser incluso superior,  ahora tenía toda clase de sentimientos que no podía entender del todo, y parte de aquellos sentimientos eran recíprocos con él. Pero así había sucedido, y Steve —por alguna razón—, no pensaba que fuera pura casualidad, aunque tampoco podía entender del todo si se trataba de alguna obra del destino.

Tras una larga ducha con agua fría, y cambiarse con prendas cómodas, decidió que iría a ver como se encontraba Lea. Quería saber qué se encontraba haciendo, y si tenía algo más para decirle con respecto al momento que habían compartido el día anterior. Por alguna razón, sentía que debía estar allí para escuchar cada palabra que pudiera brindarle, ya que, al no poder expresar todo aquello que sentía como cualquier otro humano, cualquier cosa que saliera de sus labios, aparte de ser puro de corazón, era algo maravilloso para él.

La Central de lo Vengadores se encontraba extrañamente tranquila aquella mañana. El silencio inundaba los pasillos, y hacía sentir la estructura mucho más vacía y solitaria. Había comenzado a pensar que el gris que llenaba todo el lugar realmente era algo triste. Tras oír las palabras de Lea, y haber comenzado a aprender de donde ella venía, sentía que tenía otro tipo de perspectiva de aquel mundo que lo rodeaba. No había perdido entusiasmo y cariño por su mundo, ya que sabía que tenía que seguir peleando por él, que aquel era el lugar que le brindaba un pequeño lugar. Pero tampoco podía pretender que la belleza del espacio no estaba allí justo sobre sus cabezas, en constante expansión, en constante movimiento. Eternamente increíble.

Daughter Of The Ashes. [Steve Rogers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora