12. Más humana.

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Había pasado un día entero leyendo las paredes, llenándose de aquella información que le brindaban hasta que sus ojos se cansaron. Le permitieron dormir en la habitación contigua, allí donde habían preparado  una cama y sábanas limpias. Con toda aquella información rondando su mente, le costó conciliar sueño incluso bajo la suavidad de las mantas. Parte de todo ello se debía a que no podía meter dentro de su mente la idea de que alguien como Steve Rogers fuera el causante de tanto dolor. Tras haberlo conocido en persona, había comenzado a dudar de las mismísimas palabras del Universo sobre quienes eran verdaderamente los héroes más poderosos del planeta.

Al despertar a la mañana siguiente, decidió permanecer inmóvil sobre la cama durante varios minutos, recordando el rostro de Rogers, ya que ello le transmitía cierta calma. Despertar en un lugar desconocido, rodeada de personas de las cuales desconocía sus intenciones finales era algo poco alentador. Habían sido buenos con ella, si, pero el Universo le había advertido seriamente de la maldad de la que la humanidad era capaz de actuar. Su mente humana ahora dudaba, algo que jamás si quiera había llegado a experimentar. Daba vueltas incontrolable, volviéndose un torbellino de recuerdos recientes y palabras que perdían sentido. La verdad era que ser humano era un poco abrumador.

No pasó mucho tiempo antes de que aparecieran por ella, pasando a la habitación sin darle ninguna señal. Se sentó sobre la cama exaltada por la aparición de algunas pocas personas, y no pudo evitar cierto temblor en sus manos. Se producía de forma automática en ella, y seguía intentando descubrí a qué podía deberse.

Tras un desayuno preparado sólo para ella en el que reinó el silencio, Lea fue llevada una vez más a la habitación llena de noticias absurdas de los Vengadores. Observó cómo la puerta se cerraba tras ella, y entendió finalmente que no era allí donde quería estar.

Un sentimiento extraño recorría su cuerpo entero desde la mañana, y se había intensificado mientras, en el desayuno, sus ojos curiosos la observaron comer como si se tratase de alguna clase de espectáculo. Quería moverse transparente entre las paredes para salir de allí, pero seguía mirando sus palmas para recordarse constantemente que ahora sí tenía limitaciones físicas.

Se sentía más pequeña que su forma humano —y eso que ya se sentía lo suficientemente pequeña en aquel cuerpo—. Tenía ganas de ocultarse del mundo y prohibir que cualquier otro ser pudiera observarla una vez más. Quería desaparecer de allí, de tantos ojos que la observaban como si fuera un misterio y una solución. La presión en su pecho aumentaba de tan sólo pensarlo, y hacia su respiración pesada e incontrolable. Y lo peor de todo ello era que aún no podía ponerle un nombre a todo lo que le ocurría.

Luego de varios minutos en los que permaneció parada en medio de la sala sin si quiera moverse, se decidió. Abrió la puerta con lentitud y caminó por el pasillo, parándose cerca de las escaleras. Pisaba con la punta de sus pies, sabiendo que así causaba menos ruido. Desde allí arriba podía ver la puerta de ingreso y la pequeña sala de la entrada. Apretó sus manos en puños unos instantes, dubitativa de su accionar. ¿Era lo correcto irse cuando ellos habían demostrado tanta generosidad?

La mujer rubia apareció a través de una puerta a la izquierda y caminó unos pocos pasos antes de percatarse de ella en el piso superior. Sonrió ampliamente, marcando algunas arrugas alrededor de sus ojos al verla allí.

—¿Qué pasa, linda? —preguntó ella, subiendo algunos escalones— ¿Hay algo que necesites? ¿Agua? ¿Comida?

Lea abrió los labios para responder, queriendo explicarle que quería irse de allí. Tenía la esperanza de que ella entendiera y le permitiera salir de allí para encontrar su camino. Pero antes de poder decir algo, unos fuertes golpes en la puerta lograron detener toda posible conversación, centrando así la atención de ambas mujeres sobre la entrada.

Daughter Of The Ashes. [Steve Rogers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora