11. ¿Podrías hacer eso por mi?

17.1K 1.2K 173
                                    

Sus pisadas eran fuertes y hacían un sonido sordo con cada una de ellas. Cerró la puerta con un poco de fuerza, no lo suficiente como para hacer resonar el golpe, pero si lo suficiente como para que se lo escuchara por el pasillo. Steve se encontraba frustrado, más que ello, se encontraba completamente furioso. Todo el día había pasado junto a Sam y Sharon buscando a Lea, pero nada había ocurrido, ni pistas, ni indicios. Y al llegar, había tenido una discusión con Natasha al respecto.

Se dio una ducha fría, haciendo que sus músculos finalmente se relajaran. Se permitió estar un tiempo de más para intentar tranquilizarse y recobrar la cordura. Su mente divagaba entre todas las opciones y posibilidades, pero ninguna parecía lo suficientemente real como para darle una explicación de qué había ocurrido con Lea. No pensaba admitirlo, pero le había dolido demasiado —incluso, más de lo que había pensado— que ella se fuera sin decir absolutamente nada, sin si quiera explicarle a él qué ocurría en aquella mente tan misteriosa y antigua.

Era el único que parecía dolido con la huida de la muchacha, pues el resto sólo permanecían enojados con ella, teniendo en cuenta que había roto la mesa de cristal. Pero para él solo se sentía como una excusa, porque lo que realmente le enojaba era no poder saber nada de ella durante las últimas horas. Se había fascinado tanto con su presencia que ahora que ella no estaba, se sentía como un fantasma vagando por los pasillos.

Al salir, se recostó sobre la cama, queriendo olvidar todo por un par de horas. Sus ojos se cerraban solos mientras algunas imágenes llegaban a su mente. Se encontraba cansado, no podia negarlo. Había estado todo el día trabajando arduamente para conseguir información de la Hija de las Cenizas, pero había sido en vano. Sumido en su mente, Lea se presentaba en la mayoría de sus pensamientos, y eso lo molestaba aún más. Quería preguntarle cómo había sido capaz de huir después de que él le hubiera abierto el corazón y la hubiera protegido. Pero cuando soltaba aquellas palabras, la mujer parecía sonreír confusa, provocando pequeñas arrugas entre sus cejas. Era una respuesta que no conseguiría hablando con sí mismo y lo sabía, pero al no tener a la muchacha cerca —y tampoco saber donde estaba— no tenía otra opción . Varios minutos después de un ida y vueltas sin respuesta contra su propia mente disfrazada de la mujer de ojos llamativos, puedo dormirse, aunque él no sabría decir si fue para mejor o para peor.

Peggy se encontraba nuevamente ante él.

La sala se encontraba llena de música, y gente bailando animadamente acompañando el ritmo. Podía ver los cuerpos saltando y danzando de un lado a otro enérgicamente. Vestían prendas elegantes, mantenían sobre sus rostros sonrisas blancas y grandes, pero sus rostros se volvían borrosos para él con sus movimientos precipitados.

En frente suyoPeggy sonrió, era una sonrisa hermosa, pero nerviosa. Estaba rodeada por los cuerpos danzante sin verse afectada por los movimientos, esperando a que Steve se acercara a ella finalmente. Él sonrió de la misma manera que ella sintiendo su corazón comenzando a acelerarse. Caminó hasta posicionarse delante suyo con paso decidido, deteniéndose a poco de su cuerpo.

—Llegó —susurró ella, aún sin quitar su sonrisa. Steve juntó las cejas con duda, lo había tomado por sorpresa —. Ella llegó, Steve. Es hora de que me olvides.

Él negó con la cabeza, pensando que ella hablaba de Sharon y la cita que habían tenido. No podía estar más equivocada al respecto. Peggy era su primer y gran amor, y siempre sería así.

Jamas podría olvidarte.

Ojos como el universo. Aquellas habían sido tus palabras, ¿no? —ella levantó una ceja expectante. Otra vez volvía a tomarlo por sorpresa.

Steve comprendió que no hablaba de Sharon, su sobrina. Hablaba de Lea, de la extraña joven que no dejaba de sorprenderlo y asombrarlo. Mojó sus labios con la punta de la lengua intentando explicar lo que había ocurrido. A pesar de que Lea era alguien sumamente misteriosa y desconocida para él, no podía negarle a Peggy que había algo más allí que esos ojos extraordinarios que llamaban su atención. Quizá era la necesidad de saber su historia, su pasado, de dónde venía. Quizá sólo quería saber los extensos conocimientos del Universo que tenía. Quizá estaba fascinado de todas las maneras posibles, pero aún no lo sabia.

Daughter Of The Ashes. [Steve Rogers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora