Daughter Of The Ashes. [Steve Rogers]

14. Parte de todos ellos.

El viaje en motocicleta no era para nada como Lea se lo había imaginado: su cabello volaba ante la velocidad y se arremolinaba detrás de su cabeza convirtiéndose en un desastre. La brisa era fresca y le provocaba una sensación graciosa pero relajante sobre sus mejillas y frente. Aferrada a la cintura del rubio, casi podía imaginarse volando a través del Universo en aquella forma corpórea. Sabía que, estando con él, no se perdería, ya que se convertía en la mejor guía que ella pudiera tener.

Cuando finalmente se detuvieron, Lea no supo como bajarse de la motocicleta. Debía admitir que después de todo, había sido una posición un poco incómoda para el viaje. No estaba acostumbrada a ello, y Steve, con suma paciencia y cariño, extendió sus manos hacia ella para hacer de soporte mientras bajaba con cuidado. Se aferró a él con calma, sabiendo bien que él la ayudaría a bajar sin problemas

Se detuvo justo frente a la puerta de la entrada, leyendo el enorme cartel que colgaba sobre ellos: en letras rojas y con un delicado borde dorado, se podía leer "cafetería" , si su conocimiento del lenguaje no le fallaba en ese momento —y la realidad era que a Lea aún le faltaba mucho por aprender sobre la comunicación—. Aunque intentó buscar dentro de su mente algo que pudiera indicarle de qué se trataba aquel lugar, o al menos, darle un indicio frente a lo que se encontraba, la verdad era que aquella palabra escapaba por completo de su conocimiento, y estaba segura de que nunca antes la había escuchado en toda su vida. 

—¿Por qué estamos aquí? ¿Qué es este lugar? —preguntó curiosa, llevando sus ojos brillantes de emoción hacia Steve. Él sonrió al verla de aquella forma, pero negó lentamente con la cabeza, sin querer decirle dónde se encontraban. Parecía que él quería que lo descubriera por ella misma.

Steve tomó su mano para luego dar un pequeño apretón, indicándole que debía seguir sus pasos hasta el interior del lugar. Una vez dentro, un suave pero animado aroma llegó a su nariz y respiró hondamente, llenando sus pulmones de aquel olor desconocido aún. Sonrió, fuera lo que fuera, le agradaba, y no se asemejaba a nada de todo lo que hubiera descubierto desde que adquirió su sentido olfativo al llegar a Tierra. 

Pasó sus ojos rápidamente por el lugar, descubriendo mesas de aspecto antiguo esparcidas perfectamente por el lugar, y sillas de aspecto muy similar. Habían varias personas bebiendo e ingiriendo alimentos, y la mayoría de ellos eran personas mayores —los signos de la edad eran completamente evidente en ellos—. Steve no tardó en guiarla a través del lugar hasta una mesa ubicada justo delante de una de las ventanas del lugar, que tenía una vista amplia de la calle frente al local. 

Una vez sentada, y sin saber bien qué posición tomar en una "cafetería", Lea sólo pudo unir sus manos sobre la mesa, sintiéndose increíblemente ansiosa ante la idea de describir algo completamente nuevo. También, debía admitir, se sentía un poco nerviosa ante la mirada azul del rubí que sólo buscaba saber si aquello le estaba agradando.

—¿Probaste el café desde que llegaste a la tierra? —Lea pensó unos segundos antes de responder. No estaba segura de qué era el café, pero de todo lo que había probado al llegar, estaba segura de que aquello no.

—No.

—Aquí hacen uno de los mejores cafés de la ciudad —comentó con cierta energía. Lea sabía así que era probable que Rogers hubiera pasado un buen tiempo buscando aquel lugar, el indicado frente el resto. Ella también había llegado a decidir en cuanto a qué lugar del infinito Universo merodear durante largos años.

Lea aprovechó aquellos segundos de silencio que se formaron para volver a pasar sus ojos por el lugar. Habían cuadros pintados a mano esparcidos por las paredes de color blanco. Iban desde ambientes en la ciudad llenos de iluminación hasta pequeños paisajes perdidos en el bosque. Uno de ellos, con una casa blanca entre pinos altos le recordó el hogar al que había ido tras su llegada a Tierra. Aún tenía en su mente a aquel señor amable que le había brindado abrigo y un nombre.